martes, 23 de julio de 2013

CAPÍTULO 13. INVIERNO: CON EL AGUA AL CUELLO






Antes que nada, perdón por escribir tan tarde pero no hemos parado en todo el día y no he tenido tiempo de volcar el material hasta ahora. Esta mañana muy temprano he quedado con la trabajadora social del comedor, Lili, con ella y con una de las voluntarias de Madrid hemos ido  barrio abajo cerca del cauce del río a buscar a una madre que finalmente ni sus hijos sabían donde estaba. Sus hijos hace tiempo que no pasan por el comedor, no van a apoyo escolar y eso nos hace temer lo peor. Andamos durante más de dos horas callejeando hasta el río. Dos horas dan para contar muchas verdades sobre la vida en Paraguay para los más desfavorecidos. Lili nos cuenta que es invierno, ha medida que nos acercamos al río notamos el fango en los pies y las calles se vuelven un barrizal. Vemos casas hechas con maderos y uralita en medio de auténticos basureros. 

Lili nos explica que los emigrantes del campo que vienen a la capital se asientan en los terrenos baldíos de las orillas del río y que ahora en invierno deben abandonar a toda prisa esas casas debido a que las lluvias hacen crecer el caudal y todo se inunda…No hay una fecha, ni una hora concreta como es lógico, la naturaleza no avisa; puede ser de mañana o madrugada, puedes estar en la calle o en la cama cuando el agua te llegue al cuello. Nos quedamos pasmadas con lo que para ella es algo típico, normal y esperado de la vida en los barrios. De hecho, nos cuenta que el Gobierno que conoce de esta situación, habilita terrenos más hacia arriba y algunos materiales para que estas familias se puedan asentar de forma temporal hasta la bajada del caudal. Por el camino nos encontramos a Ronaldo y a su mamá; ellos no han tenido tiempo de sacar sus cosas de casa, su ropa, mantas y utensilios han quedado titaniczados hasta que las aguas vuelvan a su cauce. No tienen baño, viven entre escombros la mujer y sus dos hijos el menor de apenas 2 años. Hoy no han venido al comedor por la helada de esta noche, apenas podían moverse de la cama del frío. Sin comida, sin ropa, sin agua,etc. Nos invita a pasar a su chamizo y humildemente nos dice que no ha tenido tiempo de ordenarlo. No llega ni ha 20 metros cuadrados la casa entera, los colchones arrejuntados como camas, sofás e improvisadas mesas, las mantas arremolinadas en los agujeros para tapar el frío y poco o nada más para vivir. Aún así sonríe y nos trata con una hospitalidad asombrosa, apenas se la entiende al hablar porque le faltan los dientes de arriba, pero no hace falta…sólo con mirarla se puede ver su humildad en los ojos…eso sí, no suelta al pequeño Ronaldo de su lado ni un minuto del día; pensaréis que es lógico dad la situación, pero os sorprendería saber cuántas “madres” en la misma situación no saben ni quieren saber dónde están sus hijos. La calle: la guardería; la pelota: su maestro y la vida…la vida al parecer un macabro juego…
Entre la tierra y las callejuelas encontramos muchas historias como las de Ronaldo y peores, necesitaría 500 páginas para contarlas todas, de momento os dejo con sus caras; no las olvidéis porque todas ellas encierran mil fabulosas historias 

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