miércoles, 2 de octubre de 2013

CAPÍTULO 75: DEJAVÚ. CAPÍTULO FINAL

 Siento que ya he vivido esto, la historia se repite cada vez con más fuerza. Veo atardecer mientras el avión cierra sus puertas. Atrás he dejado entre lágrimas a mis amigas de Cluny en Paraguay. Si soy sincera tengo más miedo que sueño ahora mismo: miedo al regreso, miedo a mi vida entre la civilización más "moderna" y "avanzada", miedo al "primer" mundo.
Parece que ellas tampoco querían que me fuera: Gloria sujetaba con fuerza la funda del portátil contra su pecho como sabiendo que en el momento en el que la soltara, todo acabaría.
"Pasajeros del vuelo 1263 con destino ESEIZA pueden embarcar por la puerta 4" Esa frase provocó un segundo de shock en todas nosotras, un segundo en el que no hubo palabras y alguien paró el tiempo mientras nos mirábamos a los ojos suspirando por dentro.
No quiero llorar pero cada apretón, cada abrazo y cada una de sus palabras me hacen explotar...no soy la única, en sus ojos se ve el esfuerzo por no seguirme en cada una de las lágrimas, pero sobretodo, de seguir conmigo hasta el final. Da igual los controles de seguridad que pase ni el tiempo que tarde en la fila, porque cada vez que miro hacia atrás, ellas siguen ahí. Siguen mirándome fijamente, siguiendo mis pasos, dando botes para que las vea, saludándome con la mano...No se van hasta el último momento, no se han ido hasta que ya no las puedo ver.
El cielo está rojo, las luces se apagan de golpe y le horizonte de polvo y sombras del atardecer me despide: se va el día, me voy yo. Las luces de la pista parecen las de un estadio que despide a su campeón. JB giro a la derecha, 1980m giro a la derecha, pasamos DB y llegamos a la pista E20; un último giro a la izquierda y una parada en seco. Del silencio al ensordecedor sonido de los motores en aceleración en apenas un segundo, a medida que el tren de aterrizaje se despega del suelo, la gravedad hace que mi cuerpo empuje su peso hacia el suelo, como no queriendo partir del Paraguay.
Hay que ser positivo pero hay que ser realista:  quizás un día, quizás no sea demasiado tarde.
El día empezaba a las 5 y media de la mañana. Me he comprometido a ir a Villa Hayes a entrevistar a las hermanas fundadoras de la misión de Cluny en Paraguay. Me he comprometido y la verdad no me quiero ir sin ese testimonio tan valioso que en unos años será un tesoro del tiempo y la historia. Gloria ha venido a mi puerta sonriente, como siempre, a buscarme para partir con premura pues debemos estar cuanto antes de vuelta; quedan los niños, las despedidas y temas de las maletas por resolver.
Esta noche he dormido apenas 4 horas: la tarde de ayer se alargó hasta casi la madrugada. Resulta que me han dado la sorpresa de llevarme a un restaurante de una ex-alumna de pozo Colorado en la ciudad, vamos todas, las 6, como un equipo tanto en cuerpo como en ilusión porque la verdad que este tipo de salidas no se dan todos los días en las comunidades religiosas. Llegamos al restaurante y lo teníamos para nosotras solas: al tratarse de un bufet, pocos son los clientes que tienen en las noches, cuando las familias prefieren recoger la comida y cenar en la comodidad del hogar. Pero para nosotros mejor, somos las reinas y señoras recibiendo mimos de los camareros y el metre que están totalmente entregados a nuestra visita: nos dan un curso de cómo doblar servilletas con forma de flor, de "chapeu do Papa"...me meo de la risa con mi propia torpeza y acabo dándole un toque "personal" a mi doblez maestra: básicamente lo que mejor me sale es tirarla sobre el plato, retorcerla y decir voi lá! ¡Viva el eclectismo! Después de la clase nos propusimos hincharnos a comer: ¡un bufet asiático y paraguayo para nosotras solas! Llenamos los platos de colores y sabores especiales y nos reíamos tratando de adivinar qué nos metíamos en la boca. De verdad que me lo pasé en grande, disfrutamos como niñas: sin prejuicios, sin fronteras, sin  barreras; sólo un grupo de amigas con vidas tan distintas entre sí como apasionantes en pleno siglo XXI.

Cuando llegamos a casa (cosa que tratamos de retrasar lo más posible), me dijeron que esperara en la puerta de mi habitación que tenían que traerme algo. La Hermana Esperanza apareció por el pasillo entre las planteras cargada de paquetes de papel de estraza con lazos de regalo. Cuando me quise dar cuenta estaba cargada de sorpresas para mi madre para mi abuela y lo mejor de todo: un termo de cuero personalizado para mi. Era un termo como los que llevo viendo desde que llegué a Paraguay: un termo grande, orondo más bien, propio para el agua fría del tereré en las tardes más calurosas de mi querido Chaco; era de color marrón oscuro y claro y tenía grabada una inscripción en la guampa y en el cuero del termo: GRACIAS OLAYA Fdo: PARAGUAY. Siempre había tenido curiosidad por esos termos customizados con los nombres o insignias de sus dueños pero jamás me imaginé que tendría uno mío. Un termo que sabían que quería y que no dudaron en regalarme en nombre de la congregación y supongo que con el corazón de tantos otros que han compartido conmigo estos  casi 70 días de puro sentimiento.  Mi única preocupación, dónde meterlo. Digamos que a  las aerolíneas no entienden de recuerdos, de despedidas ni de sentimientos y que para ellas llevar un termo en la mano no es un regalo, es simplemente, sobrepeso a 50 dólares el kilo. "Aunque tenga que llenarlo de bragas, me lo llevo" dije con total naturalidad. Las hermanas se rieron y con esa mezcla de sentimientos; entre la gratitud, el principio de nostalgia y el cansancio, me puse a hacer la maleta.
La mañana comenzó como un día cualquiera en el comedor, pero como ya os dije antes, un poco más temprano: me fui a Villa Hayes con Gloria a entrevistar a las hermanas Rosa y Ascensión, fundadoras de la misión en Paraguay.
Por el camino disfruté de cada vista, de cada metro recorrido, de cada paisaje, del puente del río Paraguay....de todo por última vez. He dormido tres horas, apenas he terminado la maleta y no he podido preparar la entrevista. Mi mayor miedo: quedarme dormida o peor aún, quedarme en blanco y desaprovechar la oportunidad, perder esos valiosos minutos de testimonios que difícilmente podrán repetirse: ahora o nunca.
Después de un perfecto desayuno de chocolate caliente y pan con mantequilla nos ponemos manos a la obra. La primera: la hermana Rosa. Los años que tenga no importan demasiado, cada centímetro de arruga corresponde a un mes de su vida, cada mueca a una experiencia, y cada una de sus miradas perdidas, a los miles de recuerdos que aún conserva su memoria. Comienza tímida, indecisa, mirándose en el iphoto como en un espejo hasta que se familiariza con la cámara; luego, me da mil vueltas en naturalidad y desparpajo, pasados 5 minutos.
La entrevista dura asi 40 minutos, en ella hablamos de todo: los comienzos, las etapas más fáciles , más difíciles, la diferencia cultural, la fe, las sectas... .Me interesa sobretodo que ella, como todas las personas de cierta edad, son vestigios de tiempos pasados, máquinas del tiempo al alcance de todos que muchas veces dejamos pasar desapercibidas sin valorar que son testigos únicos del tiempo.

Cuando termina una reflexión final me hace pensar en el sacrificio que estas mujeres han hecho de toda una vida: "Vale la pena entregar la vida al Señor en cualquier misión, pero si es una misión, misión, más todavía" Me habla y sus ojos se iluminan, se la ve radiante, feliz a pesar de no haber llevado la vida que otros llevarían, una vida común al margen de la entrega absoluta a una creencia ¿Quién soy yo o nadie para juzgar la felicidad? Imaginad por un momento que Dios no existiera, que las leyes de la física pudieran explicar la vida más allá de la muerte como un simple tránsito energético que nada tuviera que ver con ninguna deidad conocida....que no hubiera nada al otro lado. ¿Qué importaría si así fuera? Esta mujer ha vivido una vida feliz y vivirá la muerte con una ilusión que va más allá de la preocupación de la podredumbre carnal...¿sólo por eso, no son aquellos que creen en algo más felices?¿no son acaso más afortunados que cualquier otro que viva su existencia con el miedo a un final permanente lleno de vacío? Esta mujer al final de sus vidas no le teme al vacío, a la nada, porque considera que morir es el principio de la vida eterna. ¿No sería más fácil afrontar la muerte si todos tuviéramos esa fe? La fe, en cualquier sentido, se está perdiendo quizás por eso llenamos nuestras vidas de artificios que dejen nuestra mente en blanco para no tener miedo, miedo a desaparecer sin dejar rastro; miedo en definitiva  a pensar en todo aquello que tememos.
Al margen de la religión, la fe, en lo que sea, debería mover el mundo, pero parece un concepto agonizante en tiempo modernos...
Volviendo al tema, que divago más que un político para explicar los sobresueldos bajo mano, la siguiente en  sentarse fue la hermana Rosa.
De ella me sorprendió su relato, en parte, he de confesarlo, me apenó. No la vi como la hermana Ascensión, no noté esa chispa en sus ojos al hablar de su vida, no sentí esa alegría, sino que percibí, y ella misma me confesó que le hubiera gustado hacer más en la vida. Que quizás , si volviera atrás, cambiaría momentos de cierta desgana o de dejarse llevar, por un chute de cafeína y más recuerdos que poder contarme hoy. Creo que está algo deprimida y eso afecta a su testimonio, estoy segura que por mucho que diga, esa cabeza suya y ese corazón la están traicionando; estoy segura que detrás de esa aparente desidia hay miles de historias pendientes por contar.
Una foto rápida de familia y de vuelta corriendo a Asunción, hoy es mi último día y quiero pasarlo con los niños del comedor. Ayer les he comprado (me niego a comprarles caramelos), juguetes de estos pequeñitos que se meten en las piñatas y hoy se los quiero regalar cuando estén todos en la comida.
La cantidad de cosas pendientes y la falta de tiempo me abruman. Como en todos los viajes el tema de las maletas, el sobrepeso, la facturación, los vuelos, etc. pone nervioso a cualquiera, pero además este viaje no se merece un hasta luego corriente, se merece una despedida a la altura de lo vivido.
Creo que estoy viviendo todo ahora mismo como una zombi, sin reparar realmente en que cada momento del día y cada hora ya no se repetirán mañana.
Preparo corriendo  una presentación con diapositivas parecida a la de Pozo pero más  a la carrera todavía, cierro las maletas, llamo a la compañía, termino la presentación de Power Point de la Hermana Cristina, envío el diseño del logo de las camisetas...todo sin perder un segundo, pero afortunadamente, parece que la mañana se ralentiza y me permite hacerlo todo sin pausa pero sin prisa.
Llego al comedor, como siempre, nada más poner un pie en la verja, los niños, sobre todo los más pequeños se me abalanzan corriendo sobre cualquier parte de mi cuerpo que aún conserve un centímetro al cual agarrarse: en cada dedo de la mano llevo un niño, colgados en los brazos, agarrados de mi cintura e incluso colgados de mis piernas como monos. De seguir así nos vamos a caer, pero vaya, que es lo que menos me importaría y no cambiaría esta sensación por ninguna otra. Creo que están intentando lesionarme para que me quede...xdxd.
Las hermanas me ayudan a preparar el equipo técnico y comienza la presentación. Como en Pozo, a cada fotografía, se ríen, se  sorprenden y se ilusionan. La Hermana Esther me da un codazo y me dice: "Vamos a tener que poner presentaciones de estas todos los días porque es la primera vez que comen tranquilos jejej." Las notas de I Believe I Can Fly acompañan cada diapositiva y todos nos emocionamos.
Cuando termina les entrego los juguetitos que reavivan toda esa energía y diablura que les caracteriza: "Yo no quiero este" "Dame el otro" "Dame más"....suspiro....hay cosas que no cambian xdxd
Cuando ya me dirigía a la cocina para repartir el zumo, me requirieron en el centro del comedor: tenían una sorpresa preparada. Zacarías y Montse, dos de los niños, estaban pegados a la pizarra con las manos hacia atrás, ocultando algo en su espalda. Todos en más o menos silencio y me dicen: tenemos algo para ti.
Zacarías se puso todo nervioso, ya no sabía dónde meter la cabeza de la vergüenza y se reía compulsivamente. Me dio un sobre de estraza enorme lleno de cartas y recuerdos de TODOS los niños del comedor, cada uno había escrito algo, había metido en esa carta sus recuerdos y vivencias conmigo y , algunos, incluso habían incluido regalos: unos pendientes, una pulsera. "Mira mi carta" "¡No! mira la mía" y se peleaban porque viera la suya primero. Por desgracia, el tiempo no me daba y tuve que guardar todo rápidamente en el sobre jurándoles que leería todas y cada una de ellas en el avión.
Pero la cosa no había terminado, Montse seguía esperando su turno. Me acerqué a ella y le dije: "¿ Y tú también tienes algo para mi? ¡Madre mía!". Me dio un abrazo y un beso enormes y sacó de su espalda un cartel de cartulina con muchas frases de amistad, de amor, etc. En el centro del cartel, un muñeco en forma de corazón que tenía...¡Más cartas dentro!. Mi corazón iba a cien por hora, no había lágrimas en mis ojos sino expectación por leer esas cartas; pero por otro lado mi cabeza no paraba de repetir "Por favor, que quepan en la maleta, que quepan en la maleta" Tracé mil planes secundarios si no cabían: me imaginé atándolas con cuerda a mi cintura para pasarlas por los controles, metiéndolas dentro de los pantalones bombachos, de la capucha de mi sudadera....cualquier sitio me parecía bueno con tal de que no dejar ni uno sólo de esos regalos atrás.
Salir del comedor fue una odisea aún mayor que la que viví ese mismo día cuando llegué. Ahora sí que no podía andar, no me dejaban. Se me colgaban literalmente de cualquier centímetro libre (incluso del culo) para rogarme que no me fuera. La hermana Esther me miraba y no podía dejar de reírse mientras intentaba que llegáramos sanas y salvas hasta la puerta. Los abrazos, los susurros en el oído y los te quieros y no te vayas  fueron constantes hasta el final....tan constantes que siguen sonando ahora mismo en mi cabeza.
Ha sido la experiencia más inolvidable de mi vida, ha sido la locura más maravillosa que he cometido, el endeudamiento más justo y el cariño y tiempo mejor regalados.
Gracias a los que lo habéis leído y vivido conmigo, gracias a los que os quedáis para seguir luchando y a otros como yo que dejasteis huella. Gracias a la gente que compró algo en el mercadillo solidario y me permitieron afrontar los primeros gastos, gracias a todos los que de alguna manera, aunque fuera leyendo, habéis hecho posible este sueño.
Gracias a los niños, gracias al Paraguay, gracias mis hermanitas....GRACIAS EN GENERAL.

Y esto nos lleva de nuevo al avión a los miles de kilómetros que ya me separan de vosotros. A esos kilómetros que me hacen desear más que nada en el mundo, que  el armario de mi casa se convierta en una puerta como la de Narnia pero al Paraguay, para seguir velando por vuestros sueños, para veros crecer reír o llorar pero sobretodo para no olvidaros jamás.
Este blog ha sido mi pequeña contribución a un mundo que necesita cambiar. Un mundo que tiene que mirar más allá de las fronteras del egoísmo y la autocompadecencia. Ha sido un blog de viajes, de experiencias en el que he puesto mi corazón y cada una de mis vivencias sin reparar en censuras o florituras. 75 capítulos que reflejan tal y como los he vivido momentos de desesperación, de alegría de emoción, de impotencia y , en definitiva, de todas las emociones que el mundo se ha olvidado que son humanas con toda la humildad que una experiencia de este tipo te proporciona.
Espero que tú que has decidido coger el relevo, tú que serás el próximo en vivir todo lo que he vivido ya, aproveches cada segundo de tu tiempo con el único consejo que te puedo dar: ayuda y déjate ayudar, que la vida es corta, el tiempo vuela y todo llega a su final.