Parece
que ellas tampoco querían que me fuera: Gloria sujetaba con fuerza la funda del
portátil contra su pecho como sabiendo que en el momento en el que la soltara,
todo acabaría.
"Pasajeros
del vuelo 1263 con destino ESEIZA pueden embarcar por la puerta 4" Esa
frase provocó un segundo de shock en todas nosotras, un segundo en el que no
hubo palabras y alguien paró el tiempo mientras nos mirábamos a los ojos
suspirando por dentro.
No quiero llorar pero cada apretón, cada abrazo y cada una de sus palabras me hacen explotar...no soy la única, en sus ojos se ve el esfuerzo por no seguirme en cada una de las lágrimas, pero sobretodo, de seguir conmigo hasta el final. Da igual los controles de seguridad que pase ni el tiempo que tarde en la fila, porque cada vez que miro hacia atrás, ellas siguen ahí. Siguen mirándome fijamente, siguiendo mis pasos, dando botes para que las vea, saludándome con la mano...No se van hasta el último momento, no se han ido hasta que ya no las puedo ver.
El
cielo está rojo, las luces se apagan de golpe y le horizonte de polvo y sombras
del atardecer me despide: se va el día, me voy yo. Las luces de la pista
parecen las de un estadio que despide a su campeón. JB giro a la derecha, 1980m
giro a la derecha, pasamos DB y llegamos a la pista E20; un último giro a la
izquierda y una parada en seco. Del silencio al ensordecedor sonido de los
motores en aceleración en apenas un segundo, a medida que el tren de aterrizaje
se despega del suelo, la gravedad hace que mi cuerpo empuje su peso hacia el
suelo, como no queriendo partir del Paraguay.
Hay
que ser positivo pero hay que ser realista:
quizás un día, quizás no sea demasiado tarde.
El
día empezaba a las 5 y media de la mañana. Me he comprometido a ir a Villa
Hayes a entrevistar a las hermanas fundadoras de la misión de Cluny en
Paraguay. Me he comprometido y la verdad no me quiero ir sin ese testimonio tan
valioso que en unos años será un tesoro del tiempo y la historia. Gloria ha
venido a mi puerta sonriente, como siempre, a buscarme para partir con premura
pues debemos estar cuanto antes de vuelta; quedan los niños, las despedidas y
temas de las maletas por resolver.
Esta
noche he dormido apenas 4 horas: la tarde de ayer se alargó hasta casi la
madrugada. Resulta que me han dado la sorpresa de llevarme a un restaurante de
una ex-alumna de pozo Colorado en la ciudad, vamos todas, las 6, como un equipo
tanto en cuerpo como en ilusión porque la verdad que este tipo de salidas no se
dan todos los días en las comunidades religiosas. Llegamos al restaurante y lo
teníamos para nosotras solas: al tratarse de un bufet, pocos son los clientes
que tienen en las noches, cuando las familias prefieren recoger la comida y
cenar en la comodidad del hogar. Pero para nosotros mejor, somos las reinas y
señoras recibiendo mimos de los camareros y el metre que están totalmente
entregados a nuestra visita: nos dan un curso de cómo doblar servilletas con
forma de flor, de "chapeu do Papa"...me meo de la risa con mi propia
torpeza y acabo dándole un toque "personal" a mi doblez maestra:
básicamente lo que mejor me sale es tirarla sobre el plato, retorcerla y decir
voi lá! ¡Viva el eclectismo! Después de la clase nos propusimos hincharnos a
comer: ¡un bufet asiático y paraguayo para nosotras solas! Llenamos los platos
de colores y sabores especiales y nos reíamos tratando de adivinar qué nos
metíamos en la boca. De verdad que me lo pasé en grande, disfrutamos como
niñas: sin prejuicios, sin fronteras, sin
barreras; sólo un grupo de amigas con vidas tan distintas entre sí como
apasionantes en pleno siglo XXI.
Cuando
llegamos a casa (cosa que tratamos de retrasar lo más posible), me dijeron que
esperara en la puerta de mi habitación que tenían que traerme algo. La Hermana
Esperanza apareció por el pasillo entre las planteras cargada de paquetes de
papel de estraza con lazos de regalo. Cuando me quise dar cuenta estaba cargada
de sorpresas para mi madre para mi abuela y lo mejor de todo: un termo de cuero
personalizado para mi. Era un termo como los que llevo viendo desde que llegué
a Paraguay: un termo grande, orondo más bien, propio para el agua fría del
tereré en las tardes más calurosas de mi querido Chaco; era de color marrón
oscuro y claro y tenía grabada una inscripción en la guampa y en el cuero del
termo: GRACIAS OLAYA Fdo: PARAGUAY. Siempre había tenido curiosidad por esos
termos customizados con los nombres o insignias de sus dueños pero jamás me
imaginé que tendría uno mío. Un termo que sabían que quería y que no dudaron en
regalarme en nombre de la congregación y supongo que con el corazón de tantos
otros que han compartido conmigo estos
casi 70 días de puro sentimiento.
Mi única preocupación, dónde meterlo. Digamos que a las aerolíneas no entienden de recuerdos, de
despedidas ni de sentimientos y que para ellas llevar un termo en la mano no es
un regalo, es simplemente, sobrepeso a 50 dólares el kilo. "Aunque tenga
que llenarlo de bragas, me lo llevo" dije con total naturalidad. Las
hermanas se rieron y con esa mezcla de sentimientos; entre la gratitud, el
principio de nostalgia y el cansancio, me puse a hacer la maleta.
La
mañana comenzó como un día cualquiera en el comedor, pero como ya os dije
antes, un poco más temprano: me fui a Villa Hayes con Gloria a entrevistar a
las hermanas Rosa y Ascensión, fundadoras de la misión en Paraguay.
Por
el camino disfruté de cada vista, de cada metro recorrido, de cada paisaje, del
puente del río Paraguay....de todo por última vez. He dormido tres horas,
apenas he terminado la maleta y no he podido preparar la entrevista. Mi mayor
miedo: quedarme dormida o peor aún, quedarme en blanco y desaprovechar la
oportunidad, perder esos valiosos minutos de testimonios que difícilmente
podrán repetirse: ahora o nunca.
Después
de un perfecto desayuno de chocolate caliente y pan con mantequilla nos ponemos
manos a la obra. La primera: la hermana Rosa. Los años que tenga no importan
demasiado, cada centímetro de arruga corresponde a un mes de su vida, cada
mueca a una experiencia, y cada una de sus miradas perdidas, a los miles de
recuerdos que aún conserva su memoria. Comienza tímida, indecisa, mirándose en
el iphoto como en un espejo hasta que se familiariza con la cámara; luego, me
da mil vueltas en naturalidad y desparpajo, pasados 5 minutos.
La
entrevista dura asi 40 minutos, en ella hablamos de todo: los comienzos, las
etapas más fáciles , más difíciles, la diferencia cultural, la fe, las
sectas... .Me interesa sobretodo que ella, como todas las personas de cierta
edad, son vestigios de tiempos pasados, máquinas del tiempo al alcance de todos
que muchas veces dejamos pasar desapercibidas sin valorar que son testigos
únicos del tiempo.
Cuando
termina una reflexión final me hace pensar en el sacrificio que estas mujeres
han hecho de toda una vida: "Vale la pena entregar la vida al Señor en
cualquier misión, pero si es una misión, misión, más todavía" Me habla y
sus ojos se iluminan, se la ve radiante, feliz a pesar de no haber llevado la
vida que otros llevarían, una vida común al margen de la entrega absoluta a una
creencia ¿Quién soy yo o nadie para juzgar la felicidad? Imaginad por un
momento que Dios no existiera, que las leyes de la física pudieran explicar la
vida más allá de la muerte como un simple tránsito energético que nada tuviera
que ver con ninguna deidad conocida....que no hubiera nada al otro lado. ¿Qué
importaría si así fuera? Esta mujer ha vivido una vida feliz y vivirá la muerte
con una ilusión que va más allá de la preocupación de la podredumbre
carnal...¿sólo por eso, no son aquellos que creen en algo más felices?¿no son
acaso más afortunados que cualquier otro que viva su existencia con el miedo a
un final permanente lleno de vacío? Esta mujer al final de sus vidas no le teme
al vacío, a la nada, porque considera que morir es el principio de la vida eterna.
¿No sería más fácil afrontar la muerte si todos tuviéramos esa fe? La fe, en
cualquier sentido, se está perdiendo quizás por eso llenamos nuestras vidas de
artificios que dejen nuestra mente en blanco para no tener miedo, miedo a
desaparecer sin dejar rastro; miedo en definitiva a pensar en todo aquello que tememos.
Al
margen de la religión, la fe, en lo que sea, debería mover el mundo, pero
parece un concepto agonizante en tiempo modernos...
Volviendo
al tema, que divago más que un político para explicar los sobresueldos bajo
mano, la siguiente en sentarse fue la
hermana Rosa.
De
ella me sorprendió su relato, en parte, he de confesarlo, me apenó. No la vi
como la hermana Ascensión, no noté esa chispa en sus ojos al hablar de su vida,
no sentí esa alegría, sino que percibí, y ella misma me confesó que le hubiera
gustado hacer más en la vida. Que quizás , si volviera atrás, cambiaría momentos
de cierta desgana o de dejarse llevar, por un chute de cafeína y más recuerdos
que poder contarme hoy. Creo que está algo deprimida y eso afecta a su
testimonio, estoy segura que por mucho que diga, esa cabeza suya y ese corazón
la están traicionando; estoy segura que detrás de esa aparente desidia hay
miles de historias pendientes por contar.
Una
foto rápida de familia y de vuelta corriendo a Asunción, hoy es mi último día y
quiero pasarlo con los niños del comedor. Ayer les he comprado (me niego a
comprarles caramelos), juguetes de estos pequeñitos que se meten en las piñatas
y hoy se los quiero regalar cuando estén todos en la comida.
La
cantidad de cosas pendientes y la falta de tiempo me abruman. Como en todos los
viajes el tema de las maletas, el sobrepeso, la facturación, los vuelos, etc.
pone nervioso a cualquiera, pero además este viaje no se merece un hasta luego
corriente, se merece una despedida a la altura de lo vivido.
Creo
que estoy viviendo todo ahora mismo como una zombi, sin reparar realmente en
que cada momento del día y cada hora ya no se repetirán mañana.
Preparo
corriendo una presentación con
diapositivas parecida a la de Pozo pero más
a la carrera todavía, cierro las maletas, llamo a la compañía, termino
la presentación de Power Point de la Hermana Cristina, envío el diseño del logo
de las camisetas...todo sin perder un segundo, pero afortunadamente, parece que
la mañana se ralentiza y me permite hacerlo todo sin pausa pero sin prisa.
Llego
al comedor, como siempre, nada más poner un pie en la verja, los niños, sobre
todo los más pequeños se me abalanzan corriendo sobre cualquier parte de mi
cuerpo que aún conserve un centímetro al cual agarrarse: en cada dedo de la
mano llevo un niño, colgados en los brazos, agarrados de mi cintura e incluso
colgados de mis piernas como monos. De seguir así nos vamos a caer, pero vaya,
que es lo que menos me importaría y no cambiaría esta sensación por ninguna
otra. Creo que están intentando lesionarme para que me quede...xdxd.
Las
hermanas me ayudan a preparar el equipo técnico y comienza la presentación.
Como en Pozo, a cada fotografía, se ríen, se
sorprenden y se ilusionan. La Hermana Esther me da un codazo y me dice:
"Vamos a tener que poner presentaciones de estas todos los días porque es
la primera vez que comen tranquilos jejej." Las notas de I Believe I Can
Fly acompañan cada diapositiva y todos nos emocionamos.
Cuando
termina les entrego los juguetitos que reavivan toda esa energía y diablura que
les caracteriza: "Yo no quiero este" "Dame el otro"
"Dame más"....suspiro....hay cosas que no cambian xdxd
Cuando
ya me dirigía a la cocina para repartir el zumo, me requirieron en el centro
del comedor: tenían una sorpresa preparada. Zacarías y Montse, dos de los
niños, estaban pegados a la pizarra con las manos hacia atrás, ocultando algo
en su espalda. Todos en más o menos silencio y me dicen: tenemos algo para ti.
Zacarías
se puso todo nervioso, ya no sabía dónde meter la cabeza de la vergüenza y se
reía compulsivamente. Me dio un sobre de estraza enorme lleno de cartas y
recuerdos de TODOS los niños del comedor, cada uno había escrito algo, había
metido en esa carta sus recuerdos y vivencias conmigo y , algunos, incluso
habían incluido regalos: unos pendientes, una pulsera. "Mira mi
carta" "¡No! mira la mía" y se peleaban porque viera la suya
primero. Por desgracia, el tiempo no me daba y tuve que guardar todo
rápidamente en el sobre jurándoles que leería todas y cada una de ellas en el
avión.
Pero
la cosa no había terminado, Montse seguía esperando su turno. Me acerqué a ella
y le dije: "¿ Y tú también tienes algo para mi? ¡Madre mía!". Me dio
un abrazo y un beso enormes y sacó de su espalda un cartel de cartulina con
muchas frases de amistad, de amor, etc. En el centro del cartel, un muñeco en
forma de corazón que tenía...¡Más cartas dentro!. Mi corazón iba a cien por
hora, no había lágrimas en mis ojos sino expectación por leer esas cartas; pero
por otro lado mi cabeza no paraba de repetir "Por favor, que quepan en la
maleta, que quepan en la maleta" Tracé mil planes secundarios si no
cabían: me imaginé atándolas con cuerda a mi cintura para pasarlas por los
controles, metiéndolas dentro de los pantalones bombachos, de la capucha de mi
sudadera....cualquier sitio me parecía bueno con tal de que no dejar ni uno
sólo de esos regalos atrás.
Salir
del comedor fue una odisea aún mayor que la que viví ese mismo día cuando
llegué. Ahora sí que no podía andar, no me dejaban. Se me colgaban literalmente
de cualquier centímetro libre (incluso del culo) para rogarme que no me fuera.
La hermana Esther me miraba y no podía dejar de reírse mientras intentaba que
llegáramos sanas y salvas hasta la puerta. Los abrazos, los susurros en el oído
y los te quieros y no te vayas fueron constantes hasta el final....tan
constantes que siguen sonando ahora mismo en mi cabeza.
Ha
sido la experiencia más inolvidable de mi vida, ha sido la locura más
maravillosa que he cometido, el endeudamiento más justo y el cariño y tiempo
mejor regalados.
Gracias
a los que lo habéis leído y vivido conmigo, gracias a los que os quedáis para
seguir luchando y a otros como yo que dejasteis huella. Gracias a la gente que
compró algo en el mercadillo solidario y me permitieron afrontar los primeros
gastos, gracias a todos los que de alguna manera, aunque fuera leyendo, habéis
hecho posible este sueño.
Gracias
a los niños, gracias al Paraguay, gracias mis hermanitas....GRACIAS EN GENERAL.
Y
esto nos lleva de nuevo al avión a los miles de kilómetros que ya me separan de
vosotros. A esos kilómetros que me hacen desear más que nada en el mundo,
que el armario de mi casa se convierta
en una puerta como la de Narnia pero al Paraguay, para seguir velando por
vuestros sueños, para veros crecer reír o llorar pero sobretodo para no
olvidaros jamás.
Este blog ha sido mi pequeña contribución a un mundo que necesita cambiar. Un mundo que tiene que mirar más allá de las fronteras del egoísmo y la autocompadecencia. Ha sido un blog de viajes, de experiencias en el que he puesto mi corazón y cada una de mis vivencias sin reparar en censuras o florituras. 75 capítulos que reflejan tal y como los he vivido momentos de desesperación, de alegría de emoción, de impotencia y , en definitiva, de todas las emociones que el mundo se ha olvidado que son humanas con toda la humildad que una experiencia de este tipo te proporciona.
Espero que tú que has decidido coger el relevo, tú que serás el próximo en vivir todo lo que he vivido ya, aproveches cada segundo de tu tiempo con el único consejo que te puedo dar: ayuda y déjate ayudar, que la vida es corta, el tiempo vuela y todo llega a su final.
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