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domingo, 4 de agosto de 2013

CAPÍTULO 26: ARTESANOS INDÍGENAS. EL HASTA PRONTO DE LA ARTESANÍA. PARTE2




Si en el capítulo anterior os hablaba de cómo fueron los comienzos del comercio de la artesanía en Pedro Pepeña, de cómo la hermana Magdalena, vendía los útiles ella misma en los colectivos como una vendedora ambulante o en los hoteles, hoy vamos a hablar de cómo estas piezas cobran vida.
"Será que con la práctica coger un trozo de madera y tallarlo no es tan difícil", pensaréis. pero cada pieza de artesanía esconde en sí misma toda una paleta de naturaleza desde los hilos, los colores y hasta el aroma único que durará para siempre.
En una región tan árida y difícil como El Chaco, todo se aprovecha porque no hay demasiado. Cuando me documenté para escribir este artículo, miraba las fotos de las plantas y me las imaginaba adornando cualquier casa de estilo ecléctico en España, pero si bien nosotros sólo podríamos ver un cactus por su extraña belleza, estos indígenas lo han apreciado siempre como una estupenda materia prima.
Os presento, éste es el KARAGUATÁ , una planta de la familia de la Bromelia Hiernymimez que en nivaclé recibe el nombre de Cuitej. No es una planta preciosa en su forma, tiene hojas radicales ,carnosas y espinosas (un mírame y no me toques vaya), pero las mujeres artesanas las buscan como un tesoro para realizar sus tejidos. De sus hojas se extraen con un laborioso proceso las fibras de cuyos hilos se confeccionan bolsones (yica), cintos, pulseras,tobilleras, etc. Para hacer el hilo de Karaguatá, llamada comúnmente Chagua, se sacan con las manos las espinas de las hojas y con un objeto pesado se golpean hasta deshilacharlas.Esos hilos, se lavan varias veces con agua fría hasta decolorarlos y se dejan secar al sol. Una vez secos, las mujeres los colocan sobre sus piernas para retorcerlos untándolos con cenizas blancas que hacen que trabajar esos finos hilos sea más fácil. Una vez que tenemos el hilo, la belleza del bolsón, el cinto o la pulsera, reside en el arte del artesano para combinar los dibujos y colores naturales: hilos rojos, amarillos, marrones y anaranjados que son extraídos de las raíces o de las hojas hervidas del Palo Santillo, el Yaguarate, la Pata del Monte o la Tusca (acacia). Estos arbustos  y plantas de la zona son una fuente natural de tintes que le dan vida a los hilos con colores llamativos y únicos.
Imaginaros por un momento el proceso, el tiempo invertido en la recolección el tratamiento y la confección de cada pieza. ¡Eso si es artesanía! No hay fábricas ni distribuidores, ni explotadores de niños taiwaneses cosiendo balones, cada pieza es única e inigualable salida de la imaginación y destreza del artesano que la confecciona.
Por eso con cada compra que se hace de esta artesanía, aumenta y mejora la producción y variedad dándole a estas etnias una base económica autosuficiente que les permita labrarse un futuro mejor.
Gracias a las labores de comercio justo y al trabajo de promoción de las hermanas, hoy en día, la artesanía de Pedro Pepeña es conocida en todo el país y el mundo entero. Muestra de ello es Félix Peralta, un joven que creció tallando un madero de Palo Santo entre sus manos y hoy, convertido en jefe de los artesanos, viaja por el mundo difundiendo la cultura de sus hermanos Nivaclé, Manjui y Guaraní...pero esa es otra historia que contaré mañana...:)

fotografías: cedidas por las Hermanas de San José de Cluny.
bibliografía: Proyecto de metodología de la investigación: La sabiduría de las madres y las Grandes Riquezas de Nuestros Bosques". Colegio Nacional  Dr P. Pepeña" Escuela básica nº 1566

viernes, 2 de agosto de 2013

CAPÍTULO 25:LA ARTESANÍA INDÍGENA, EL HASTA PRONTO




PARTE 1: EN UN CHACO MUY, MUY LEJANO...HABÍA UNA MONJA QUE ERA VENDEDORA AMBULANTE!

El blog de hoy es un blog homenaje que tendrá varias partes.  Aunque vivo todos los días en la realidad de los niños del Centro de desarrollo Integral niño y niña feliz de las hermanas de San José de Cluny en Asunción, ésta no es la única realidad a la que estas hermanas se han enfrentado. Esta comunidad fundada por Ana María Javouhey tiene misiones por todo el mundo, y aunque si bien es cierto que en este viaje sólo he conocido una de tantas, los milagros y progresos de las que rodean Asunción, tocan muy de cerca el corazón de las hermanas que durante años han viajado de aquí para allá para intentar dividirse en los proyectos. Uno de los más valiosos y el que vamos a homenajear hoy bien podría ser parte de una gran película o best seller del pueblo indígena.  Toda la trama se desarrolla en El chaco, una gran región de América Latina que abarca el norte de Argentina, el sudeste de Bolivia y el noroeste de Paraguay. Dentro de este enorme marco cultural y biológico, se encuentra la Misión  de San Agustín  de Pedro Pepeña en donde las hermanas llegaron hace 40 años y hace muy poquito que se volvieron. Dentro del marco de un clima totalmente desértico con diferencias de 40 grados de temperatura entre las heladas nocturnas y el intenso calor de los días, conviven con animales autóctonos y espinosos árboles y arbustos muchas etnias indígenas. SI bien es cierto que en lo largo y ancho de todo El Chaco paraguayo nos podemos encontrar 13 etnias distintas, las que forman parte de nuestra historia y que analizaremos con mayor detenimiento en próximos capítulos son los Nivaclé (unos 13.000 en la zona) los Manjui y los Guaraní.


Estas tres etnias principales son clanes que viven en comunidades y se dedican básicamente a la caza, la pesca y la recolección sin más conocimiento que el de sus ancestros y sin otro tino que el azaroso clima (las sequías en ésta árida región dificultan los cultivos). Si sumamos todas las deficiencias del medio, la falta de medios de los locales, la falta de formación y la escasez de oportunidades, no nos es difícil presumir que la vida cuanto menos no es fácil para ellos. De esto se debió dar buena cuenta la Hermana Magdalena (ya fallecida) que hace 40 años descubrió en estas tribus un talento que supo explotar para el beneficio de su pobre economía de subsistencia: la artesanía. No es que ella fuera la persona que les descubrió a los nativos las posibilidades de las plantas y materiales de la flora que les rodeaba, sino que ella fue quien con espíritu emprendedor y paciencia les enseñó a mejorarlas, a organizarlas y comenzó a ayudarles en su comercialización para mejorar su futuro. Me cuenta la hermana Esperanza apenas conteniendo las lágrimas :“ nos ha costado sangre esto”. No fue tarea fácil, una comunidad indígena tiene muchas particularidades, estratos sociales marcados y roles desde toda su historia; y desde luego que una monja fuera vendiendo con cartones en los autobuses y en los centros de turismo su artesanía, yo no estaba allí, pero debió de ser cuanto menos chocante. Es increíble lo duro que se hace un trabajo cuando la principio sólo tú le ves la utilidad, después si funciona cualquiera se apunta al proyecto pero no hay comienzos fáciles…si quieres saber cómo sigue la historia, léeme mañana. La cosa se pone interesante...