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sábado, 7 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 59: LOS MENONITAS Y LA DIVISIÓN DE PARAGUAY





         
Hoy Fabi, una de las niñas, tenía visita en el otorrino. El año pasado un palo le cayó en la nariz y desde entonces tiene un bulto que en ocasiones le duele y no la deja respirar bien. Por eso, la hermana Raquel (enfermera), el director Aníbal y yo, nos dirigimos durante dos horas en coche hacia el interior del Chaco. Loma Plata, así se llama el pequeños núcleo urbano al que nos dirigimos. Dos horas de viaje dan para mucho y el director Aníbal y yo comenzamos a hablar: "Loma Plata es una comunidad de menonitas" Los menonitas son emigrantes alemanes de la segunda guerra mundial que llegaron desde Rusia y Canadá a zonas de Latinoamérica como Paraguay donde fueron acogidos. En Paraguay tienen cinco comunidades y una de ellas es Loma Plata. Curiosamente las comunidades de menonitas suelen ser las zonas más desarrolladas como la ciudad de Filadelfia, y que conservan un toque europeo fácil de distinguir.
De religión y costumbres en su mayoría protestante, han importado al Paraguay el idioma alemán (más bien una variante), sus costumbres y por su puesto, su indiscutible perfil ario.

Hablando de estas comunidades tan avanzadas me atrevo a preguntarle a Aníbal : "¿Cómo un pueblo que lleva relativamente tan poco tiempo como los menonitas en Paraguay, es más evolucionado que una sociedad que el propio pueblo paraguayo? ¿A qué se debe tanta diferencia?" Me sorprende lo abierto que es Aníbal que sin tomárselo como ningún tipo de ofensa (como debe ser) me responde: "Ellos son un pueblo muy unido, que aunque al principio pasaron muchas dificultades, eso les ha servido para organizarse fuertemente en cooperativas" "Al principio se buscaban la vida trabajando en las estancias (granjas de gran extensión) como el resto de los paraguayos, pero trabajan mucho y pronto comenzaron a adquirir tierras" "Se organizaron en cooperativas en las que iban a parar todos los ingresos que luego se distribuían en las necesidades de la comunidad(...), comenzaron así a construir sus propias fábricas, casas, hospitales, colegios y hasta sus propios centros de distribución de energía eléctrica"

¿Entonces la gran diferencia con los paraguayos es la unión? le pregunto.
 "Paraguay es un pueblo que antes de la guerra de la Triple Alianza era un pueblo unido y próspero, de hecho, era uno de los países con más proyección en vías de desarrollo de toda Latinoamérica, tanto era así, que ese fue el motivo que causó la guerra" ¿Cómo puede causar una guerra que el país prospere? continué preguntando. "Digamos que a no todo el mundo le venía bien esa prosperidad; Inglaterra (recordemos que fue junto con España , la gran reina en la época del descubrimiento de América) gran inversora en tierra y petróleo en zonas de Argentina, Brasil y Uruguay, vio que sus inversiones peligraban por culpa del desarrollo de nuestro País, (...) los historiadores dicen que ese fue el motivo principal del comienzo de la guerra" " Antes, Uruguay, Paraguay , Brasil y Argentina, teníamos un acuerdo de no invasión y respeto por los territorios vecinos para no invadirnos entre nosotros; pero Brasil comenzó a invadir territorios Uruguayos a lo que Paraguay se opuso completamente y ahí los conflictos territoriales afloraron" "Si sumamos esto a los intereses Ingleses que defendían que Paraguay era un mal ejemplo para el resto de países de América Latina, digamos que era cuestión de tiempo que se convirtieran en causas de guerra(...) Y así fue como la comenzó la guerra de la Triple Alianza que comenzó en 1865 duró 5 años y en la que Paraguay perdió parte de su población."
¿Cómo puede ser que un desarrollo como el que tenía Paraguay fuese considerado como un mal ejemplo, no se supone que ese es el fin de la evolución, mejorar?
"Sí, pero había demasiados intereses en juego para los países vecinos, que veían como el modelo de autoabastecimiento y el desarrollo de la industria paraguaya podía interferir en el comercio con Inglaterra, de ahí tanto interés de los ingleses".
Mientras conversamos, pienso en la cantidad de barbaridades que a lo largo de la historia se han cometido en nombre del dinero; dinero que mueve el mundo, dinero por el que se mata y se muere, dinero con el que se compran y se venden almas y dinero que al fin y al cabo nadie se lleva eternamente consigo.

"Todos los hombres iban a la guerra, también jóvenes y morían , así que en el país quedaron mujeres, ancianos y algunos niños y la evolución tuvo que comenzar desde 0 de nuevo(...) Tras la guerra, nunca volvimos a ser un pueblo unido; seguía habiendo un Paraguay que estaba a favor de los invasores y otro que estaba en contra y aunque los primeros gobiernos fueron favorables, hasta nuestros días, el resto sólo han sido ladrones" Noto a medida que habla que sus palabras se llenan de pasión y sentimiento "Los políticos son el mayor problema del Paraguay, unos y otros, todos se alimentan del pueblo en lugar de ser al revés".
La conversación se corta en seco, acabamos de llegar al hospital.
Por el camino ya he notado que esto no es Paraguay, no al menos estas calles que tienen nombres en alemán, ni las estructuras y materiales de las casas ni calles : el cemento y los ladrillos hacen que la madera de las construcciones típicas desaparezca. Los niños rubios de ojos azules se pasean por los agradables y floridos barrios con sus cascos y una sensación de extranjería me recorre el cuerpo.

Pasamos al lado de la escuela, con sus banderas ondeando al viento, sus impolutas cercas de madera blanca y sus cuidados y recogidos jardines y finalmente aparcamos frente al hospital de Loma plata. Las puertas automáticas ya nos indican que no es un hospital al uso aquí en Paraguay. Tiene  pinta de ser privado desde los cuadros de la pared hasta el papel del váter. Al entrar, dos recepcionistas perfectamente uniformadas e impolutas nos reciben con sus ojos azules y su semblante serio, tras dar los datos de la niñas nos conducen a una sala de espera que sólo conserva del Paraguay el ventilador y al madera en el techo. "¿No te da rabia que estos que acaban de llegar a tu país tengan los mejores hospi...."    "¿¡Fabiana?!" grita una enfermera desde el interior de la consulta. No me dio tiempo a terminar mi pregunta, y lo que es peor, a escuchar la respuesta cuando ya estábamos entrando en la sala de la especialista.

Una mujer de marcados rasgos asiáticos (yo diría que más coreana que china), estaba doblada en una silla con su bata blanca y rodeada de todo tipo de adelantos tecnológicos en una sala blanca como la leche. No me gustó su actitud desde el primer momento: estaba recostada en el respaldo de la silla, no se puso de pie para recibirnos, bostezó en cuanto entramos y creo que le dediqué yo más tiempo a observar el mármol del lavabo que ella a observar a  la pequeña. 
"Es un fibroma y no es grave, pero abría que extraerlo con anestesia local y coser" Para decir esto la tía cobró 140.000 guaraníes (unos 23 euros, cifra muy alta para una consulta en el Paraguay). Ni siquiera sonrió a la pequeña de 7 años que estaba algo abrumada con tanto aparato y le hablaba a la hermana Raquel como si fuera un niña de bachillerato: "Esto de aquí es piel y no hueso señora....". Eso de señora lo odio.
El caso es que salimos de allí como entramos pero con la diferencia que estábamos a otras dos horas de casa y que ni siquiera nos dijeron un simple adiós al salir. Me acuerdo del hospital al que fui en Asunción a la semana de llegar. Era un hospital atestado de gente, con ventiladores en cada esquina, con equipos viejos y paredes manchadas, con enfermeras comiendo entre los pacientes y hablando a grito pelado. Recuerdo cómo me trató el médico, qué cantidad de preguntas me hizo, lo cariñoso que fue conmigo y el tiempo que me dedicó.
Salimos de nuevo a la ruta rumbo a San Isidro mientras pienso que no hubiera cambiado el barullo y el caos de aquel hospital por la frialdad y la insensibilidad de este por mucha asepsia que hubiera. Yo los prefiero morenos y de sangre caliente. ;)

jueves, 29 de agosto de 2013

CAPÍTULO 49: ¡QUÉ VIENEN LOS ALEMANES!







Si en los años del destape , las playas españolas se llenaban de alemanas sin complejos, hoy en día no es tanto la falta de pudor como su origen lo que sigue impresionando. Aquí, en Asunción, es todo un acontecimiento para chicos tan humildes, recibir visitas tan lejanas. Además de benefactores del comedor, éste grupo los visita cada año: los niños preparan actuaciones y teatros para entretener a los invitados que convierten cada pestañeo en una fotografía.
A las 9:00  en punto llega la profe Alicia de danza para preparar a los niños, como cuando actuaron  hace dos semanas en la parroquia, los niños se pintan se visten y se ayudan entre ellos. Parece que cada vez se organizan mejor y hay menos griterío.
Cuando estaban ensayando, a lo lejos vislumbramos unas cabezas rubias, otras canas, y una tez más marmólea de lo habitual para estas tierras. Eran ellos. Indiscutiblemente alemanes arios de ojos azules y cabellos casi todos claros.
Los niños les recibieron con un apretón de manos tan formal que no parecían ellos. Sin que nadie les dijera nada, se pusieron en fila y los fueron saludando uno por uno con una educación impecable. Después unas palabra de bienvenida y en seguida el baile: los varoncitos (como se les dice aquí) demostraron como siempre su carácter indomable y fueron los más efusivos golpeando los pies en el suelo, las guachas y ondeando el sombrero con gritos de baile. Dilan, uno de los más pequeños, hizo que por primera vez viera a un alemán enternecerse: con sólo 4 años seguía los pasos de sus compañeros como una figurita de juguete.
Por un momento los niños me dieron pena, no sé por qué pero me parecían la atracción de feria de unos turistas, que si bien es cierto que vinieron a visitarles con cariño, les hacían exhibirse. Cámaras y fotos a cada paso, a cada movimiento de los pequeños como si fueran La Mona Lisa para un chino. Pensé entonces qué me separaba de ellos, qué era lo que no me convertía a mí también en espectadora de una realidad ajena, fotografiándola y filmándola como si tuviera que ser expuesta para mí. La diferencia es que no saco fotos y me voy, detrás de cada foto hay una historia que conozco , por la que me intereso y lucho cada día. 
NO me gustaría contribuir a que estos niños fueran un escaparate al mundo, a un mundo morboso al que sólo le interesa la foto de un indígena por lo curioso y no por la realidad que representa : "Anda mira Olaya que está en una tribu, qué exótica", digámoslo así, no quiero fotos de Facebook, sólo busco reproducir historias de personas y como dice el gran Nach: "Lo que motivó el comienzo, fue que las vidas que presencio no merecen el silencio...." A veces  me pregunto por qué una foto de un gato o un blog sobre la Erasmus tiene en un día los Likes y las visitas de mi blog en un mes, me  planteo sino será que no sé contar lo que vivo, que no sé elegir las palabras con las que describo o que no llega realmente al corazón...quizás la respuesta esté en el mundo y cómo éste ha decidido moverse: en elegir lo fácil y divertido para no sufrir; en pasar por la vida de puntillas o en elegir sólo aquello que te haga reír.
Perdón que me he ido por los cerros (escribir lo que piensas no es el camino más corto para contar una historia). Estábamos en los alemanes y cómo sacaban fotos a los pequeños. Pues bien, tras el baile y los merecidísimos aplausos llegaron los regalos: los niños les regalaron pantallas (abanicos tradicionales )del Paraguay a los alemanes y éstos les respondieron con un rico bizcocho para el postre.
Uno de ellos hacía de traductor para el resto que escuchaban atentamente las explicaciones de la psicóloga Rocío sobre el trabajo en el comedor, la realidad de las criaturas y los apoyos con los que contaban.  Me gustó que a diferencia que cuando vienen a España, intentaron en la medida de sus posibilidades comunicarse en español casi todo el tiempo. Debe ser que con eso de la emigración de españoles a Germania, no les queda otra si quieren unirse a la fiesta.

Dicho todo lo que había que decir, entraron al comedor a almorzar con los pequeños. Era gracioso ver entre esas cabezas enanas, de repente, un gigantón alto sorbiendo fideos entre ellos.  También comprobaron en sus carnes que no siempre tratar con ellos es fácil ni divertido, en todos los grupos está el travieso, el maleducado, el que da patadas y sus caciques; pero en general fue una visita muy agradable que vino de Alemania como se fue: entre apretones de manos y caritas sonrientes.
La moraleja de la historia, esa sangre que tiene que parece de hielo a veces, derretida por instantes por el calor de la tez de estos pequeños, con sus risas, sus chistes y sus chismes.  La belleza de un grupo de alemanes solemne e inmaculado y en el medio, Luana, una niña con capucha que no le llegan los pies ni a la mitad de la pata de la silla que se sientan con total naturalidad y desparpajo sin que nadie la haya invitado. El día y la noche de dos realidades bien distintas que se han ido a encontrar más allá del mar.