Si
en los años del destape , las playas españolas se llenaban de alemanas sin
complejos, hoy en día no es tanto la falta de pudor como su origen lo que sigue
impresionando. Aquí, en Asunción, es todo un acontecimiento para chicos tan
humildes, recibir visitas tan lejanas. Además de benefactores del comedor, éste
grupo los visita cada año: los niños preparan actuaciones y teatros para
entretener a los invitados que convierten cada pestañeo en una fotografía.
A
las 9:00 en punto llega la profe Alicia
de danza para preparar a los niños, como cuando actuaron hace dos semanas en la parroquia, los niños
se pintan se visten y se ayudan entre ellos. Parece que cada vez se organizan
mejor y hay menos griterío.
Cuando
estaban ensayando, a lo lejos vislumbramos unas cabezas rubias, otras canas, y
una tez más marmólea de lo habitual para estas tierras. Eran ellos.
Indiscutiblemente alemanes arios de ojos azules y cabellos casi todos claros.
Los
niños les recibieron con un apretón de manos tan formal que no parecían ellos.
Sin que nadie les dijera nada, se pusieron en fila y los fueron saludando uno
por uno con una educación impecable. Después unas palabra de bienvenida y en
seguida el baile: los varoncitos (como se les dice aquí) demostraron como
siempre su carácter indomable y fueron los más efusivos golpeando los pies en
el suelo, las guachas y ondeando el sombrero con gritos de baile. Dilan, uno de
los más pequeños, hizo que por primera vez viera a un alemán enternecerse: con
sólo 4 años seguía los pasos de sus compañeros como una figurita de juguete.
NO me gustaría
contribuir a que estos niños fueran un escaparate al mundo, a un mundo morboso
al que sólo le interesa la foto de un indígena por lo curioso y no por la
realidad que representa : "Anda mira Olaya que está en una tribu, qué
exótica", digámoslo así, no quiero fotos de Facebook, sólo busco
reproducir historias de personas y como dice el gran Nach: "Lo que motivó
el comienzo, fue que las vidas que presencio no merecen el silencio...." A
veces me pregunto por qué una foto de un
gato o un blog sobre la Erasmus tiene en un día los Likes y las visitas de mi
blog en un mes, me planteo sino será que
no sé contar lo que vivo, que no sé elegir las palabras con las que describo o
que no llega realmente al corazón...quizás la respuesta esté en el mundo y cómo
éste ha decidido moverse: en elegir lo fácil y divertido para no sufrir; en
pasar por la vida de puntillas o en elegir sólo aquello que te haga reír.
Uno
de ellos hacía de traductor para el resto que escuchaban atentamente las
explicaciones de la psicóloga Rocío sobre el trabajo en el comedor, la realidad
de las criaturas y los apoyos con los que contaban. Me gustó que a diferencia que cuando vienen a
España, intentaron en la medida de sus posibilidades comunicarse en español
casi todo el tiempo. Debe ser que con eso de la emigración de españoles a
Germania, no les queda otra si quieren unirse a la fiesta.
Dicho todo lo que había que decir, entraron al comedor a almorzar con los pequeños. Era gracioso ver entre esas cabezas enanas, de repente, un gigantón alto sorbiendo fideos entre ellos. También comprobaron en sus carnes que no siempre tratar con ellos es fácil ni divertido, en todos los grupos está el travieso, el maleducado, el que da patadas y sus caciques; pero en general fue una visita muy agradable que vino de Alemania como se fue: entre apretones de manos y caritas sonrientes.
La
moraleja de la historia, esa sangre que tiene que parece de hielo a veces,
derretida por instantes por el calor de la tez de estos pequeños, con sus
risas, sus chistes y sus chismes. La
belleza de un grupo de alemanes solemne e inmaculado y en el medio, Luana, una
niña con capucha que no le llegan los pies ni a la mitad de la pata de la silla
que se sientan con total naturalidad y desparpajo sin que nadie la haya
invitado. El día y la noche de dos realidades bien distintas que se han ido a
encontrar más allá del mar.
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