¡Hoy es un día especial! ¡Viene el oftalmólogo! Así como en
España los carteles de anuncios los ocupan las grandes cadenas de comida
rápida, muebles o cerveza, en Capi´Bari el anuncio de la semana es que hoy
visita el oftalmólogo: bueno en este caso la oftalmóloga y su esposo que
atienden desde las 7 hasta las 11,30 de la mañana hasta a 60 pacientes
dependiendo de la parroquia: mujeres, ancianos, niños, todos forman fila para
este acontecimiento que sólo ocurre una vez cada tres meses.
Mientras hablo con él me cuenta que apenas hay 200
oftalmólogos para unos 7.000.000 de personas y que se han visto obligados a
unirse en un Centro Oftalmológico para poder realizar las cirugías a los pacientes,
y reunirlos así a todos en un mismo lugar para las consultas más complejas.
Sino, visitan de pueblo en pueblo, de parroquia en parroquia para tratar de
acercar a todas las gentes y ofrecer sus servicios.
Me despido por el momento y cruzo la calle para dirigirme a
la escuela, la hermana Yolanda trabaja como administrativa y hace las veces de
anfitriona para presentarme a la directora Angelina. Como es una ocasión
especial que alguien de tan lejos los visite, no duda en interrumpir a los
niños desde 3º a 5º grado que están en turno de mañana para que los conozca.
Niños y profesores trabajan en cada aula que entramos con un orden y una
disciplina envidiables.
Uniformados de granate y blanco, cada uno en su pupitre
estudian sociales, hacen dictados o guaraní y con caras de sorpresa y admiración escuchan que soy española,
periodista y que he venido en voluntariado a visitarlos.
Otro de ellos, muy dicharachero y dispuesto dice de pronto y
muy sentido: ¡FANTÁSTICO! cuando les digo que soy periodista (si supiera que en
España muchas veces somos considerados basura...)
Me sorprende conocer a algunos niños españoles, coreanos,
brasileños, que han llegado hasta esta pequeña localidad por diversos motivos.
Tras la vista, me ayudan a saludarlos en mi pésimo guaraní y me despido de
ellos hasta la próxima.
La directora, me enseña con paciencia algunos trabajos de los pequeños que van a exhibir en la feria de arte para recaudar fondos para la escuela a principios de octubre, increíbles.
Con la hermana Yolanda, visitamos el edificio anexo que es
de formación educacional para los futuros maestros que trabajan en su vocación
a partir de los 20 años. Concentrados en sus quehaceres, algunos están
distribuidos por el patio haciendo los deberes, otros en las aulas, me miran
atentamente al pasar como si vieran un objeto no identificado.
De vuelta a casa acompaño a la hermana Yolanda que necesita
consultar a la oftalmóloga antes de que termine su jornada. Fabiola Nuñez, que
así se llama, la recibe con cariño e inspecciona lo que parece un orzuelo ya
infectado.
Tras la consulta charlamos un
ratito y me cuenta que hace 5 años emprendió esta hazaña. Todo comenzó en
Ciudad del Este (ciudad que linda con Brasil, Argentina y Paraguay en una
triple alianza) cuando un párroco le pidió que visitara un hogar de niños y
ancianos en una ocasión. Tras la visita que tuvo que durar un día más de lo
esperado y en la que se atendieron más de 150 pacientes, le propusieron
concertar un sueldo de 1000 dólares al mes para continuar visitando.
Dada la
desmesurada suma de dinero ella se negó y ofreció una contrapropuesta en la que
aceptaría solamente 20.000 guaraníes por consulta para ayudar a la causa.
La
voz se fue corriendo de párroco en párroco y así llegamos hasta hoy, donde
recorre con su inseparable esposo las zonas más deprimidas e interiores del
país. Los problemas más habituales de estas gentes son los glaucomas (que
muchas veces por desconocimiento y falta de medios acaban con la pérdida del
ojo), las cataratas precoces (en adultos de 40 años), las alergias y los males
derivados de la mala alimentación y el trato con animales.
Tanta es la falta que hacen a estas gentes que hoy le han
dicho que si no vuelve a menudo cortarán la ruta (cortan la carretera principal
como medida de presión y protesta) para que vuelva.
También me cuenta que a lo largo de estos 5 años ha tenido
que aprender la cara más amarga de estas gentes, que no valoran lo que se les
regala y protestan cuando los medicamentos que se les dan de forma gratuita se
acaban: "Ahora llamo para preguntar
cuántos pacientes quedan y doy orden de no admitir más cuando las medicinas
escasean porque se enfadan en desmesura".
Al igual que casi todas las gentes que conozco me han
comentado el famoso conformismo del paraguayo, también casi todos han
coincidido en lo desagradecidos que son cuando algo se les regala: " No saben apreciar lo que se les
da".
No todos, claro, como en cualquier sitio te encuentras
gentes de todo tipo, pero por desgracia, éste problema de educación viene
ligado a las gentes más humildes. Parece que la única solución posible, es
enseñarles como bien decía la hermana Gloria antes de mi salida de Asunción: "Seamos pobres, seamos ricos, todos
tenemos que dar y recibir".
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