Una fuerte explosión, apenas unos segundos de confusión y
llegó la oscuridad más absoluta. Un transformador reventó en un cerrito
(colina) cercano y toda la zona se volvió tenebrosa. Yo acababa de llegar de
una compra que hice: cuadernos de escritura, un par de diccionarios, muchas
cajas de pinturas y materiales para que los niños desarrollen sus talentos en
la “Semana del talento”. Mi gozo en un pozo cuando en el medio de ese ritual de
júbilo (que es enseñarle a otro algo de lo que estás orgulloso), nos quedamos
totalmente ciegos a las 6 de la tarde. Como es invierno, aquí ya había
oscurecido y las velas fueron la salvación de la noche. Aunque la luz volvió
para respetar el cocinar, a la hora de la cena nos abandonó de nuevo sin previo
aviso. Una cenita romántica con las hermanas y el cielo iluminado sólo por las
estrellas.
Por la mañana y ya con la luz del día, me despertaron los
cantos desesperados de Perico (mi loro y leal compañero en esta aventura). Se
me habían pegado las sábanas porque la batería no había cargado por el apagón.
El día comenzó con júbilo e impaciencia por parte de los niños para usar los
nuevos materiales: plumas de colores, hilos, témperas, cuadernos nuevos…todo un
universo de posibilidades para desarrollar esos talentos ocultos. Me
sorprendieron como siempre, un tetrabrik se convirtió de pronto en un precioso
bolso, una cartulina en un futbolín en 3D y un bote de cola en un precioso
lapicero, por no hablar de las increíbles pulseras de olores y plumas que
inventaron. Unos haciendo volteretas y ensayando break dance en el patio, otros
dentro leyendo o descubriendo los crucigramas…pero lo mejor de todo…sólo se
escuchaba silencio. Era tanta la concentración de los niños que por primera vez
los pájaros eran los protagonistas de la mañana con sus cantos.
Tras el turno
de mañana, una triste noticia nubló el día y parece que el clima decidió
secundarla: Cachito, uno de los perros que han acompañado a las hermanas
fielmente desde que eran cachorros, tuvo que ser sacrificado por su edad y
tremendos y dolorosos quejidos. Apenas
un ladrido fue lo último que escuchamos mientras la jaula desaparecía tras la
puerta de mano del veterinario. No hubo despedidas supongo que para evitar un
mayor dolor. Este mediodía la hermana Esperanza me confesaba que se había ido
para no volver…ahora se entiende su decaimiento de ayer, ella sabía que su
decisión no era fácil, pero había que tomarla. Sé que llevo aquí apenas un mes,
pero una sensación de tristeza me inundó los ojos de lágrimas y no quise hablar
para que no se desbordaran. Me sentía estúpida por estar llorando por un animal
al que apenas me dio tiempo a conocer en sus últimos días, pero las emociones
aquí son difíciles de manejar y cada niño, adulto y animal forma parte de esta
familia que hoy está un poco más coja. Son increíbles los animales, el otro
perro Oli, está quejicoso como si supiera de la pérdida de su compañero, y es
la primera vez que se acerca a mi y me pide unas caricias a las que antes me
respondía con gruñidos…No sé qué es lo que hay más allá, pero sea lo que sea no
puede excluir a tan sentidos animales, no debería porque en sus ojos se ve si
miras profundamente, un sentimiento casi humano. Parece que ayer el apagón (sin
nosotras saberlo) acompañaba el luto de nuestro canino fiel. Es increíble como
a veces los fotógrafos debemos afrontar la realidad antes de que pase…ésta foto
la saqué hace apenas una semana, se quedó sentado enfrente mío cuando yo estaba
sacando fotos como si me pidiera que aprovechara esa oportunidad para
inmortalizarlo, que quedaba poco ya…En el momento en que encuadré a Cachito en
mi objetivo supe que esa fotografía acompañaría éste texto…
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