miércoles, 14 de agosto de 2013

CAPÍTULO 36:CONSECUENCIAS DEL APAGÓN Y EL INCENDIO QUE CASI LES CUESTA LA VIDA



Ayer os escribí acerca del apagón que causó al penumbra temprana de la noche. Por la mañana (no pude escribirlo por la diferencia horaria), Jonathan, un niño del comedor nos alertó que en la pobre morada de nuestros vecinos (el comedor linda pared con pared), un incendio casi acaba con la vida de tres pequeños que estaban en su habitación. Por la tarde fuimos a su encuentro. En un camino pegado a los muros de nuestra parcela, se encuentran en el mismo callejón varias casitas levantadas con algunos ladrillos y cemento. Al final del camino, la morada en cuestión. En la puerta de la casa ya nos encontramos lo que parece el carrito sobre el que estaba el televisor que fue el fruto del incendio. Al parecer, tras el apagón los niños colocaron una vela encima del televisor aún enchufado, la vela se volcó y el televisor explotó creando una intensa humareda hasta que prendió en llamas.
Como podéis apreciar en la fotografía, ésta es la la habitación de los tres niños de la casa: Rodrigo el pequeño se quedó inerte y paralizado mirando para el fuego que prendió al lado de su cabecero. 

Nos contaba la abuela de los pequeños que no sabe de dónde sacó las fuerzas dada su edad y el mal estado de sus piernas para correr a socorrer a los chiquillos que gritaron. Inmediatamente sacó a los pequeños del domicilio que ya tenían la cara ennegrecida totalmente por el intenso humo que seguí devorando la pared hasta el techo. Con atino consiguió desenchufar el televisor para que no prendieran los cables si volvía la luz (imaginaros el desastre) . Los vecinos corrieron a ayudar a la familia y con mangueras inundaron la habitación hasta la entrada de los bomberos. Consiguieron arrastrar el carrito no sin quemaduras y poner la casa a salvo. Los restos de la espuma de que utilizaron los bomberos se aprecian fácilmente entre el plástico y cristal derretidos, como si un polvo rosado bañara lo que pudo haber sido una auténtica tragedia. Pero lo más impactante del hecho no es el incendio en sí sino la historia que esconden los muros de la casa. La abuela nos recibió como una bendición divina y tras una oración por sus almas nos confesó que "ha sido un aviso" por la situación familiar en la que se encuentran los pequeños. Nos hace pasar hasta una habitación interior para resguardarnos del intenso frío, susurrando nos cuenta que el padre de las criaturas tiene por costumbre encerrarlos en la habitación para salir por la noche con su amante, de fiesta, etc. Esa noche la abuela consiguió que los niños abrieran la puerta y la dejaran abierta por el tema del apagón, de no ser así ahora estaríamos hablando de tres cadáveres calcinados por la irresponsabilidad de un padre vividor. La madre, que abandonó a los niños cuando el pequeño recién cumplía un año, fue a Italia en busca de un trabajo con el que mantenerse ella y mandar dinero a los pequeños, pero la crisis sólo le permitió cumplir esa promesa un tiempo; ahora le pide dinero a su propia madre (que no tiene ni para unos zapatos) para volver a casa.
En medio de la conversación nos interrumpe el pitido de una cacerola en los fogones, el resplandor del fuego de la cocina me hace pensar en la tragedia de la pasada noche. De una puerta contigua a la habitación de los pequeños sale Don Vididor a buscar su mate para volver a la cama. Alto, fornido con el cabello ondulado indiferente y desafiante con un simple saludo y sin mediar más palabras; así pasa el supuesto padre y tutor de los pequeños. Cuando le preguntamos a la abuela por qué los niños (viviendo pared con pared) no vienen ni al comedor ni al apoyo escolar, nos dice que él no les deja, que es testarudo y no quiere. 
Mi impotencia es máxima, ¡alacrán! pienso mientras lo sigo con la mirada como si mis ojos echaran fuego...No trabaja, no aporta dinero y no da de comer a sus hijos a los que les dice que lo tienen harto. La tía abuela de los niños (la hermana de la abuela), que es enfermera y casi no ve ni oye por culpa de un serio problema de azúcar en sangre, es la única que mantiene a semejante plantel. Sentada a nuestro lado en una silla, se la ve aterida de frío con una fada y sin medias. Nos enseña de repente uno de los pies, el año pasado le tuvieron que amputar el dedo gordo. Aún así se sigue levantado cada mañana para traerle a los pequeños algo que meterse en la boca. Ni su padre ni su madre se preocupan hasta el punto que Rodrigo le dice a su abuela: "Abuela, mi madre no me quiere ¿verdad?" criatura...
Salimos de la casa con una sensación agridulce: felices por haber servido de consuelo, pero impotentes por no saber qué más hacer. Volveremos la próxima semana, cuando las cosas se calmen tras el incendio a ver si el rey de Roma entra en razón...
Antes de llegar aquí, siempre había escuchado que uno de los trabajos de las religiosas era atender a la comunidad, pero sin saber muy bien qué era, no le daba mucho valor...hoy me he sentado a pensar cuánta carga emocional soportan, cuántos problemas oyen,ven  y sienten y cuatas vidas salvan. Puede que la Iglesia hoy en día esté infravalorada, puede que los hombres se equivoquen porque son eso,hombres nada más; no le quito importancia a las aberraciones cometidas, pero como en anuncio de Aquarius dice: hoy parece que los religiosos tienen que decir con la boca muy chica que lo son. Pues aunque yo no lo sea, defiendo lo que estoy viviendo con la boca muy grande: personas que ayudan a otras ¿qué hay de malo en eso? ¿quienes se atreven a juzgar lo que como testigo vivo?
Aún recuerdo la cara de felicidad de la pobre anciana cuando vio a la hermana en la distancia...dijo : "Yo ya sabía que no nos habían olvidado". El consuelo y la esperanza son valores que no tienen precio...
pd: Un último vistazo a la habitación de los pequeños y los descubro haciendo los deberes de la escuela entre todos...no hay excusas para salir adelante.


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