Ayer os escribí acerca del apagón que causó al penumbra temprana de la noche. Por la mañana (no pude escribirlo por la diferencia horaria), Jonathan, un niño del comedor nos alertó que en la pobre morada de nuestros vecinos (el comedor linda pared con pared), un incendio casi acaba con la vida de tres pequeños que estaban en su habitación. Por la tarde fuimos a su encuentro. En un camino pegado a los muros de nuestra parcela, se encuentran en el mismo callejón varias casitas levantadas con algunos ladrillos y cemento. Al final del camino, la morada en cuestión. En la puerta de la casa ya nos encontramos lo que parece el carrito sobre el que estaba el televisor que fue el fruto del incendio. Al parecer, tras el apagón los niños colocaron una vela encima del televisor aún enchufado, la vela se volcó y el televisor explotó creando una intensa humareda hasta que prendió en llamas.
Como podéis apreciar en la fotografía, ésta es la la habitación de los tres niños de la casa: Rodrigo el pequeño se quedó inerte y paralizado mirando para el fuego que prendió al lado de su cabecero.
En medio de la conversación nos interrumpe el pitido de una cacerola en los fogones, el resplandor del fuego de la cocina me hace pensar en la tragedia de la pasada noche. De una puerta contigua a la habitación de los pequeños sale Don Vididor a buscar su mate para volver a la cama. Alto, fornido con el cabello ondulado indiferente y desafiante con un simple saludo y sin mediar más palabras; así pasa el supuesto padre y tutor de los pequeños. Cuando le preguntamos a la abuela por qué los niños (viviendo pared con pared) no vienen ni al comedor ni al apoyo escolar, nos dice que él no les deja, que es testarudo y no quiere.
Mi impotencia es máxima, ¡alacrán! pienso mientras lo sigo con la mirada como si mis ojos echaran fuego...No trabaja, no aporta dinero y no da de comer a sus hijos a los que les dice que lo tienen harto. La tía abuela de los niños (la hermana de la abuela), que es enfermera y casi no ve ni oye por culpa de un serio problema de azúcar en sangre, es la única que mantiene a semejante plantel. Sentada a nuestro lado en una silla, se la ve aterida de frío con una fada y sin medias. Nos enseña de repente uno de los pies, el año pasado le tuvieron que amputar el dedo gordo. Aún así se sigue levantado cada mañana para traerle a los pequeños algo que meterse en la boca. Ni su padre ni su madre se preocupan hasta el punto que Rodrigo le dice a su abuela: "Abuela, mi madre no me quiere ¿verdad?" criatura...
Salimos de la casa con una sensación agridulce: felices por haber servido de consuelo, pero impotentes por no saber qué más hacer. Volveremos la próxima semana, cuando las cosas se calmen tras el incendio a ver si el rey de Roma entra en razón...
Antes de llegar aquí, siempre había escuchado que uno de los trabajos de las religiosas era atender a la comunidad, pero sin saber muy bien qué era, no le daba mucho valor...hoy me he sentado a pensar cuánta carga emocional soportan, cuántos problemas oyen,ven y sienten y cuatas vidas salvan. Puede que la Iglesia hoy en día esté infravalorada, puede que los hombres se equivoquen porque son eso,hombres nada más; no le quito importancia a las aberraciones cometidas, pero como en anuncio de Aquarius dice: hoy parece que los religiosos tienen que decir con la boca muy chica que lo son. Pues aunque yo no lo sea, defiendo lo que estoy viviendo con la boca muy grande: personas que ayudan a otras ¿qué hay de malo en eso? ¿quienes se atreven a juzgar lo que como testigo vivo?
Aún recuerdo la cara de felicidad de la pobre anciana cuando vio a la hermana en la distancia...dijo : "Yo ya sabía que no nos habían olvidado". El consuelo y la esperanza son valores que no tienen precio...
pd: Un último vistazo a la habitación de los pequeños y los descubro haciendo los deberes de la escuela entre todos...no hay excusas para salir adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario