miércoles, 7 de agosto de 2013

CAPÍTULO 30. EL JARDÍN BOTÁNICO DE ASUNCIÓN: UN PARAJE CUANTO MENOS PECULIAR.








No es el típico jardín, parque ni zoológico que estamos acostumbrados a ver en las grandes ciudades. En medio de una de las principales carreteras del centro de la ciudad nos encontramos un paraje de más de 200 hectáreas que alberga desde jardines y bosques hasta un campo de golf. No esperéis entrar y encontrar un guía o un folleto, ni siquiera queda claro si hay que pagar en la entrada o no. El primer edificio que nos encontramos es el Museo de Historia Natural. En la puerta, tres mujeres en una mesa tomando tereré y charlando animadamente como si estuvieran en su casa (sentí vergüenza y todo para entrar). Nadie te informa, no hay un itinerario, bueno tampoco es que haga falta que son tres habitaciones, pero la verdad queda muy mal tanto pasotismo. Lo mejor son los animales que te encuentras “disecados” en la exposición. Es el descojone padre, porque para mí que el taxidermista era el hijo de la limpiadora. Para muestra estos dos ejemplares, la cabeza de un supuesto oso y el cuerpo de lo que parece un leónido. Pero además de eso yo no os aconsejo que vayáis con niños porque es , de verdad,  un pasaje traumático: botes de formol con animales deformes, vísceras, ojos de ballena, malformaciones congénitas y todo tipo de animales que deben llevar sumergidos en ese líquido los cien años que tiene el botánico: sin color, si escamas, el líquido de conservación putrefacto, los envases medio rotos. Por poneros un ejemplo, ya en la salida (menos mal que hay una puerta cerca para los sensibles de estómago) me encontré un ojo de ballena en un líquido rojo con una espuma blanquecina por encima y al lado el cerebro del pobre animalito desparramado en las mismas condiciones.
 Despavorida tras ver en otro bote a un pobre armadillo con sus crías flotando y exhibido como un gran logro, me dirigí a la salida. Pensé en llevarme un recuerdo, pero ¡Por Dios si hasta volver a ver las fotos me espanta!. El caso es que la salida es más traumática que la entrada, no hay sendero que te lleve a recorrer el resto del parque sino que sales al pleno monte y a la parte de atrás de unos baños carcomidos por el tiempo.

Si bien es cierto que hay muchos empleados, la suciedad y precariedad del parque , por tramos, deja mucho que desear: bancos de madera en el suelo, basura cerca de las zonas de ocio, árboles caídos, ah! Y se me olvidaba al lado de la zona de cría del zoo…un parking!! Ésta pobre hembra de puma no dejaba de recorrer su pequeña jaula en busca de un lugar donde no escuchar los ruidos de la ampliación del zoo, los tractores cortacésped y las rebarbadoras. Pensé que lo que me esperaba en el zoo sería tres cuartas partes de lo mismo, pero por suerte, todo fue mejorando…

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