Cuando era pequeña mi abuela me decía que tuviera cuidado
con los "lobos con piel de cordero", hoy os contaré una historia
sobre ellos.
Parecen realmente apacibles y mansos, hermosos y casi
santos, pero todo cambia cuando nadie los ve.
Había una vez un lobo de apariencia muy fiera al que todos
los aldeanos temían, al final entre todos consiguieron echarlo del pueblo.
Llegaron en aquel entonces un grupo de ovejas que venían con un buen pastor a
pastar en los fértiles campos de aquel hermoso pueblo. Ese pastor era tan
amable y bueno que todos los aldeanos quedaron en seguida encantados con su
presencia. Así como el pastor era tan bueno, las gentes comenzaron a querer
también a sus tranquilas ovejas pues eran mansas y dulces con ellos. Una mañana
que el pastor se alejó del pueblo a visitar a un familiar , las ovejas
comenzaron a pastar y se encontraron con el feo y fiero lobo; para su sorpresa,
el lobo las saludó muy correctamente y con una enorme sonrisa las acompañó de
vuelta a la entrada del pueblo. Ellas fueron muy amables con él durante el
camino, pero en cuanto pensaron que ya no las escuchaba y lo creyeron lejos,
comenzaron a insultarle diciendo: éste lobo se arrima a nosotras para que el
pueblo lo vea, es feo, va siempre con el pelo alborotado, parece andrajoso y
sucio y nos ha acompañado de balde porque nosotras bien sabíamos ya el camino.
El lobo, que se había retrasado a beber agua en una fuente
cercana, escuchó todo lo que las ovejas dijeron: su corazón comenzó a latir con
fuerza y un nudo se le puso en la garganta. Sin poder creer que hablaran de él
así esas ovejas a las que había de
acompañado de corazón para protegerlas de otros males, sus ojos se llenaron de
lágrimas. Él, que ya se iba feliz pensando que aunque se había tropezado con
gente mala que lo había juzgado sin conocerlo, por fin había encontrado
consuelo en las ovejas, se sintió muy triste. A pesar de eso, se armó de valor
pensando que las cosas no podían quedar así y se dirigió hacia ellas con paso
firme y valentía.
Cuando las ovejas del buen pastor le vieron, en seguida se
dieron cuenta de que lo había oído todo y sorprendidas exclamaron: ¡Hola lobo, ¿qué tal? te hacíamos ya en la
profundidad del bosque. A lo que el lobo respondió: "Mal, pues he oído todo cuanto de mí habéis dicho y estoy muy
apenado y decepcionado. El lobo se defendió de los insultos diciendo: Mi pelo
es rudo y salvaje porque me muevo siempre en el bosque ayudando a los animales
y las zarzas me lo enredan, mi cuerpo es feo porque estoy mudando el pelo y se
me cae; además no soy fiero sino que sólo se ven de mí los dientes porque
intento sonreír aunque no me sale. No os acompañé para que el pueblo me viera,
sino porque conozco a vuestro pastor, él se hospeda en mi casa en el interior
del bosque y me pidió que os acompañara para que nada malo os pasase. Hemos
reído juntos, me habéis hecho alabanzas desde que me visteis y os he acompañado
aunque somos diferentes con un gran placer en todos los obstáculos del corto
camino."
Y diciendo esto, se volvió el lobo tragando saliva para
contener las lágrimas de regreso al bosque. Cuando ya iba a mitad de camino,
una de las ovejas salió a su encuentro: "Qué mal me siento lobo por lo que
acaba de pasar, nuestro amo estaría muy disgustado de saber lo que te hemos hecho, no te vayas así, olvida cuando te
hemos ofendido" a lo que el lobo respondió: "No hay un botón en la
cabeza para borrar tan reciente sufrimiento, pero marcha tranquila que el
tiempo lo cura todo. Lo único que siento es que hayáis tenido esa opinión de mi
todo el camino y ninguna me la haya dicho , sólo sonrisas y buenas
palabras". La oveja abrazó al lobo que no la quiso corresponder pues
aún su herida era muy reciente y se fue.
Casi llegando de nuevo a casa, la segunda oveja salió a su
encuentro: "Ay lobo qué apenada
estoy por lo que has escuchado, de dónde tú vienes las cosas se dicen de frente
¿verdad?" "¡No!" respondió el lobo, "No es que de allí de donde vengo las cosas se digan a la cara, es
que es justo y coherente decir al prójimo si te ofendiere en qué medida y de
que forma lo hace, sólo de esa forma se pueden corregir errores y conseguir una
verdadera amistad" Hincando sus rodillas en el frío bosque la oveja se
echó a llorar: "Perdóname, oh lobo,
que hemos pecado de cobardes y hemos contradicho cuando nuestro Pastor nos ha
enseñado, ¿serás capaz de perdonarnos?"
El lobo hizo levantar a la oveja ayudándola con su hocico,
pues no era ningún rey para ser venerado y temía por la salud de la oveja que
era la mayor de aquel rebaño. "Vete
en paz hermana mía, que encontraré la fuerza para perdonarte aunque me cueste
olvidar tus palabras. Pídele a tu Pastor
que te perdone y tú que tienes fe, reza por los pecados cometidos y recuerda
tratar siempre a los demás como quisieras que te trataren a ti".
Allá marchó la oveja de vuelta al pueblo.
Al llegar a casa el lobo le contó al Pastor lo ocurrido y le
dijo: "¡Ay pastor que tengo una pena
fuerte en el corazón!, que yo no soy de tu rebaño pero te pido que me guíes
para no perder la fe en el pueblo y las ovejas a pesar del daño acometido."
El Pastor, sintiendo pena por el comportamiento de sus
ovejas que tan buenas y santas parecían le dijo: "No son más que ovejas, que a veces se pierden cuando les falta
su Pastor, ten compasión de ellas, no las comas que aunque parece un fácil y
merecido bocado, su carne no saciará la pena de tu alma" Entonces dijo
el Pastor: "Yo te ayudaré a contar
esta historia para que el pueblo entero sepa que no eres ni fiero, ni malo, ni
feo y que sólo procuraste el bien de mis ovejas a pesar de lo mal que te
trataron"
Tanto acabó queriendo el pueblo al lobo que muchos fueron
quienes lloraron cuando se marchó de él, y en la despedida una frase le dijo a
las ovejas "Vuestro pastor me enseñó
que he de perdo……lñlnar hasta setenta veces siete, es decir, cuantas veces me ofendiere un hermano. Quedad tranquilas
ayudando a las gentes de este pueblo, pues yo os perdono siendo más fuerte aún
que antes".
Y el que tenga oído
para oír que oiga.
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