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miércoles, 28 de agosto de 2013

CAPÍTULO 48: NOS VEMOS EN EL MUNDO


Llaman a la puerta, 6,45 de la mañana y pego un bote en la mesa del desayuno. Oigo la voz de Yasmina, hija de doña Antonia con la que he pasado mis últimos días en CAPI´IBARY. Pensaba que no me iba a poder despedir pues el frío y  la lluvia de ayer nos habían impedido vernos (aquí cuando llueve y hace frío la vida se para).
Tropezando con la silla, corro hacia la puerta y veo el gorro de la pequeña entre los brazos de la hermana Cecili que la saluda. En cuanto la suelta, miro sus ojitos entre el gorro y la bufanda que casi le tapa por completo la cara. Esos ojitos rasgados y grandes que jamás olvidaré me miran y corro a estrecharla en mis brazos lo más fuerte que puedo sin hacerle daño. Mientras la abrazo veo a Doña Antonia aparcando la moto delante de la casa, tapada también casi toda su cara, achina los ojos y siento que me sonríe.
Pasamos  a la casa y me toca a mi darles unos regalos que les compré a toda prisa pues ellas me regalaron tantas cosas, que aunque no tengo mucho dinero, no podía no corresponderlas. Varios cuadernos de pintura, pinturas, plasti-cola y cuentos para Yasmina; una pulsera y una muñeca para Lucida; una cartera para Ña Antonia y un marco con una de las fotos que habíamos tomado en familia el día anterior para la mayor, Sabi. No sé si os he hablado de la familia al completo pero merecen una mención sincera: La señora Antonia es una madre que ha sacado a cuatro hijas ella sola, que tiene dos trabajos y un espíritu incansable. Ayuda a cualquiera que se encuentra a su paso y  hace ya cinco años, cuando su hermana murió en un accidente de moto, que se hizo cargo de su sobrina Lucía que salió ilesa del terrible suceso. Lucía es una niña callada y tímida cuando son muchos hablando, pero sí le das una oportunidad a solas, te demuestra que tiene un ángel en su garganta y que además te cuenta las cosas con un mimo y dulzura verdaderamente sobrecogedoras. No anda muy bien por un problema en las caderas pero casi no se nota. Me habla de su madre, de lo que la recuerda y la hecha de menos y no me puedo imaginar lo triste que se tiene que sentir a veces pues no conoce a su papá y no ha vuelto a ver a su hermano desde que su mamá falleció.
Sabi, es una futura periodista que estudia en Asunción, una joven de 20 años con una madurez y conversación realmente increíbles para su edad. Quiere viajar y estudiar en el extranjero, tiene unas notas buenísimas y tiene suficiente personalidad como para no dejarse comprar por ningún político o idea aunque sería el camino más fácil para conseguir una beca. Con 20 años estudia por las tardes y trabaja de mañana, sábados incluidos. Ella se paga su Universidad y sus gastos y muchas veces, su único día libre, se mete en el autobús durante 5 horas para ver a los suyos apenas un día. El domingo de madrugada regresa a Asunción con el tiempo justo de entrar en su trabajo. Realmente es increíble lo que hace.
Tanto me enrollo escribiendo que me olvido que hablábamos de la despedida. El caso es que ante ayer, ellas me sorprendieron regalándome un palo bordado de lienzo artesanal muy propio de estas tierras y la propia Sabi, se quitó su fular del cuello para que me llevara un recuerdo de ella. Aún lo llevo puesto y su perfume me recuerda a la familia entera, a las tardes en el brasero, a las risas y los juegos  y al calor de una familia que por unos días me hizo sentir más cerca de la mía propia.
Me agradecen muchísimo los regalos pero no hay tiempo para más, Yasmina debe entrar en el colegio y Antonia en su trabajo; cuando les digo unas últimas palabras y que deseo verlas en España, me doy cuenta que ya no me ven, porque sus ojos están llenos de lágrimas, Yanina se esconde en su bufanda pero los lagrimones se le caen sin remedio; pienso que es precioso pero en ese momento veo a Ña Antonia llorando también y sin poder hablar me emociono con ellas. Nos abrazamos por última vez. "Quizás no las vuelva a ver" pienso, pero jamás me olvidaré de ellas.
Sin mediar más palabras porque la voz no nos deja, movemos las manos en señal de despedida y un último y rápido abrazo que me llevaré en mi mochila. Vuelvo al desayuno que dejé a medias,  sorbo el café sonriendo sin parar, nadie a mi alrededor sabe lo feliz que me siento, pero en mi cabeza se repiten una y otra vez las imágenes de la despedida. Una de tantas pienso,  pero cada una de ellas inolvidable.

¿Qué será de ellas?¿Nos volveremos a ver?¿Se acordarán de mi cuando pase el tiempo? Por mi parte procuraré que sólo el fantasma del alzheimer me borre su recuerdo.








jueves, 8 de agosto de 2013

CAPÍTULO 31. LOS SOÑADORES DE LA SEMANA DE LA COMUNICACIÓN




Cuando estaba en la universidad, no hace demasiado, se organizaba una Semana de la Comunicación durante el curso en la que los alumnos de periodismo, comunicación y publicidad podíamos actuar como profesionales más allá de las aulas. Este lunes he importado la idea adaptándola a los niños del comedor. No puedo describir con palabras la de sorpresas que llevamos desde el lunes. Partiendo de la nada en conocimientos ni tan siquiera de lo que es un periódico, han llegado ellos mismos a hacer el suyo propio en tan sólo 4 días. Y no sólo eso, han sido los encargados de documentar  todo el proceso. Cada día unos cuantos por turnos hacían fotografías del trabajo del resto del grupo; pensaréis que son niños, que son pequeños y que son casi analfabetos, pero os juro que le dan mil vueltas a todos los chinos fotografiando monumentos que he podido ver en mis viajes: han aprendido a enfocar, a hacer zoom, a captar más que una imagen un momento inolvidable hasta hacer del objetivo su propia retina. 
No sólo tienen instinto y talento para la fotografía (unos más que otros como es lógico) sino que han sido redactores, cronistas, entrevistadores, entrevistados, productores, cámaras, maquetadores y todas las labores que requiere cualquier equipo de comunicación que se precie. Son niños que apenas saben escribir, sus redacciones están cargadas de faltas de ortografía pero no se rinden. Unos a otros se dictan, se corrigen y se complementan. De vez en cuando hay peleas por la cámara, popr la goma o las tijeras y alguno que otro tarda más en entrar en la actividad, pero TODOS y repito TODOS me sorprenden cada día. El periódico, aún sin nombre porque se decidirá este viernes por consenso, es una lámina gigante dividida por casillas en Política, Economía, País, Sucesos,Mundo, Empresa,Sociedad, Deportes y Entretenimiento. Para ellos el lunes la definición de periódico era "dónde salían noticias, clasificados y muertos"; hoy a casi viernes es un espacio de información gracias al cual tienen una ventana abierta al mundo. En economía han desarrollado el tema del reciclaje para mejorar sus vidas y contribuir al medio ambiente; en País me han enseñado su visión de Paraguay; en Mundo han descubierto que España es más que Real Madrid y Barsa; en sucesos me han descrito las barbaridades y delitos de sus vidas y entorno y en Deportes....bueno deportes es lo que menos les ha costado ¡como no!, pero aún así han sido cronistas de sus propios goles: Olimpia y Cerro se han trasladado al patio del recreo y sus jugadores son Eliseo, Zacarías, Miguel, Sergio...son ellos mismos y sus goles por fin importan. 

Esta semana he descubierto que no soy nadie y que unos enanos aún teniendo tres carreras y los mejores estudios, me pueden enseñar bastante más en unas horas que yo a ellos.  Librada, aquella niña rubia y triste con la mirada perdida que encontré cuando llegué ha resuelto con una pasmosa autonomía un sudoku de nivel intermedio (el primero de su vida), Henry de apenas 10 años ha dibujado a ojo la catedral de Asunción tan bien que hoy cuando la he visto la he reconocido gracias a su dibujo; Sergio Cubilla me ha dicho que quiere ser fotógrafo cuando hace unos días no veía futuro sino era de futbolista e Irene me ha recordado como el arte de escribir se lleva en la sangre y nace con uno. De verdad, me podría pasar horas hablando de todos y cada uno de ellos pero no hay mejores palabras que las que el ojo recuerda. 
Un niño con un micrófono, un niño dibujando o escribiendo es para mí un sueño cumplido y para ellos la esperanza de soñar con un futuro fuera de la calle. POR ELLOS, POR TODOS ELLOS cinco años de carrera han merecido la pena, no hay mejor trabajo que el de ser maestro de una profesión que amas. Juzguen ustedes mismos lo que hace la cultura.