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martes, 3 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 55: LLUVIA EN EL DESIERTO




 Comenzó de a poco como con notas musicales, gotas grandes y sonoras golpearon en el suelo. La tierra empezó a parecer manchada con círculos perfectos. Parecía una nube pequeña que se dejaba notar a su paso por el km 280 de la ruta transchaco, pero era sólo el comienzo de una tarde de tormenta. Después de un momento, las gotas comenzaron a ser más frecuentes y en las clases, la uralita ensordecía a los docentes mientras los chiquillos exclamaban: "¡Está lloviendo!".
En una zona tan seca como esta, la lluvia no es un capricho sino una necesidad vital. Del agua de aljibes y tajamares vivimos las cerca de 400 personas del internado San Isidro: duchas, aseos, agua para cocinar, beber, limpiar ,etc. todo depende de que la madre naturaleza se apiade de nosotros.
El temor de la sequía ya se sentía cerca, el calor de los últimos días y el viento del norte hicieron que  las reservas de agua bajaran considerablemente. "Necesitamos la lluvia ya" comentaban las hermanas.
Miré por la ventana mientras los chiquillos de la clase de apoyo hacían multiplicaciones: algún que otro adolescente que estaba entre clases se paseaba por la tierra aún medio seca, pero nadie podía imaginar que minutos después esa tierra se convertiría en una piscina de barro.
La lluvia respetó en silencio como esperando el fin de las clases, pero nada más tocar la campana, encima de nuestras cabezas se desató la locura. En un instante la lluvia calló como un monzón, mientras el ruido ensordecedor hacía imposible cualquier tipo de comunicación verbal. Lo único que pude decir fue "Vamos a dibujar la lluvia", en seguida los pequeños, contagiados del espíritu de la tormenta agarraron sus cuadernos y pegados a las ventanas para buscar inspiración, empezaron a pintar. De pronto, el cielo se oscureció y las luces de los relámpagos iluminaron el patio: los truenos eran tan fuertes que muchos de los niños se tapaban los oídos mientras se estremecían del miedo: "Son los ángeles que están jugando al fútbol, creo que es final de liga y por eso golpean la pelota con tanta fuerza"  dije para calmarlos. Sonrieron complacidos por mi vaga explicación y siguieron dibujando nubes negras y grandes rayas amarillas en medio, encima de una casa que representaba el colegio.
De pronto algo calló en el techo con fuerza, se sentía como si alguien hubiese tirado una piedra desde el cielo: estaba granizando. Poco a poco los golpes fueron más intensos y fuertes hasta que era tanto el ruido y la fuerza de las piedras que salimos a verlas. Fuera de clase y llamados por el mismo ruido, estaban todos los niños y profesores de las demás aulas mirando hacia el patio sorprendidos. La tierra que hace unos minutos era seca y polvorienta, estaba convertida en un campo de algodón: piedras de hielo pequeñas y medianas cubrían el patio de una capa blanquecina que derretía por momentos. 
Los niños comenzaron a correr hacia el patio para recoger las bolitas blancas que se parecían a las canicas con las que juegan en el recreo. Para mi sorpresa no era para jugar con ellas, sino ¡para comérselas!. Yo no entendía cómo se peleaban por comerse esos trozos de hielo del suelo hasta que alguien me dijo: "Para nosotros lo que caiga del cielo es una bendición, en nuestra cultura, se cree que es un remedio (curación para los males), ¡además está rico!". Entonces eso que para mi era una guarrada, meterse en la boca pedazos de hielo con tierra , se convirtió en algo realmente hermoso. A mi al rededor, los termos para el agua del tereré comenzaron a llenarse de bolitas blancas perfectamente redondas como bolas de nieve. Tapándose la cabeza con la mano, salían a recogerlas y las compartían con sus compañeros. Uno de los chicos cogió una y fue a una de las clases donde se la puso en la mano a una de las niñas que en seguida se la comió con gusto. 
Yo estoy acostumbrada, a que cuando en Galicia graniza, lo hace durante un ratito así que esperaba que aquí fuera lo mismo. Cuando ya pensaba que la tormenta amainaba, se hizo más fuerte: "Si sigue así no van a tener deporte" dijo la hermana Vicenta. Parece que el cielo estuvo de acuerdo, porque entonces una lluvia cada vez más intensa convirtió los patios en tajamares alimentados por el agua de las canaletas que no daban a basto y la intensísima lluvia. Dentro de las clases, el ruido era tan fuerte, que tuvimos que sacar a todos lo niños a la galería techada y juntos contemplar como cambiaba el paisaje y la tierra que teníamos enfrente se ahogaba.
Más lluvia, más ruido y de repente más fuerza del granizo sobre el tejado: ya no eran tiernas pelotitas como canicas, ahora eran bolas escarpadas del tamaño de una pelota de golf.  Fue entonces cuando salir en busca de esos tesoros helados se convirtió en un deporte peligroso, con la fuerza con al que caían y ese tamaño,  a cualquiera que le golpeara en la cabeza, se la abría. Pero ya os dije en varias ocasiones que estos niños deben tener una flota de ángeles de la guarda custodiándolos porque cuanto más salían y más grandes eran las pelotas, menos daño se hacían.
"Menos mal que las clases y edificios están sobre 10 centímetros por encima del suelo" pensé. A nuestro al rededor ríos, corrientes de agua y el granizo derretido, habían cercado las clases de tal forma, que parecía que un lago nos separaba del edificio de enfrente. Justo ahí, delante de las clases de los pequeños, los mayores se preparaban para liarla: les vi las intenciones y corrí con la cámara. No me dio tiempo a colocar el objetivo cuando ya estaban corriendo hacia mi. Jugaban a cruzar ese tajamar improvisado en el que se habían convertido los patios, las canchas de fútbol, de baloncesto y allá al fondo el bosque.  Los miraba tan mayores, con esos cuerpos ya de hombres y altos como pinos pero en el fondo eran peor que los niños más pequeños que los veían embarrarse por las ventanas de las clases.
La diversión llama a la diversión y  enseguida  se sumaron más chicos cruzando en carrera de un edificio a otro. El caos llegó cuando a uno de ellos se le enganchó el pie en el barro y se calló. ¡ Para qué! En seguida, cuando vieron que se deslizaban y como en un tobogán gigante de agua y barro, empezaron a dejarse caer .¡Dios , qué bien se lo están pasando y cómo me gustaría a mi hacer lo mismo! De los pies  a la cabeza empapados, chorreando, y con las ropas teñidas de marrón. Así se pasaron como poco 20 minutos hasta que un profesor se dio cuenta y cortó la fiesta de inmediato: como llevado por el espíritu de la responsabilidad, caminó entre el agua con paso firme sin dejar que sus pies se entretuvieran en el barro. Entonces, ya en cemento firme le salió de lo más profundo de su corazón empujar a dos de los mayores hacia el interior de las clases. ¡Me sentí cohibida hasta yo! xd.
Giré la cabeza a la izquierda y vi a dos de ellos duchándose literalmente debajo del agua que caía del tejado a chorros. Se sacaron la camiseta y como si estuvieran en la intimidad de su casa, se pusieron a frotar su torso a lavar la camiseta y a disfrutar de la lluvia entre más lluvia. "Como mañana no halla 20 por lo menos que tengan un resfriado, yo desisto" pensé. No es porque quiera que enfermen ni mucho menos sino porque me sorprende la inmunidad con la que resisten a cualquier cosa: y yo que tengo los pies mojados del viento y la lluvia, seguro que mañana ya necesito un ibuprofeno ¡seré floja!.
De pronto una carretilla cargada de carne y a toda velocidad seguida por un séquito de muchachos pasó en el fondo: " Es que justo acaban de matar una vaca y sí os sí se la tienen que traer" me dijo la hermana Valentina.  Allí el que más y el que menos estaba empapado de la cabeza a los pies, tanto, que parecía mejor que fuesen directamente en bañador y chanclas.
Cerca ya de la hora de la merienda así como vino, la tormenta se fue. La uralita que parecía un campo de batalla, comenzó a sonar como un xilófono con pequeños golpecitos acompasados cada vez más espaciados, y las gotas finas dieron paso a otras rezagadas que dejaban sus ondas en el agua. Los torrentes de la tuberías eran ahora hilos de agua y los primeros rayos de sol despejaron el cielo. Tocó la campana, hora de la merienda : pan con cocido (tipo de té) caliente y todos como nuevos. Para el recuerdo quedará el atardecer lluvioso del chaco y el sol intenso de la tarde reflejándose en el agua de los nuevos lagos.
Por lo que sabemos sólo llovió así  en esta zona, debe ser que cuando los niños rezan a San Roque por las noches, llegan sus plegarias antes que las de cualquier otro. Y así 50 mm de bendición en forma de agua se abalanzaron en media hora sobre sus cabezas.

jueves, 1 de agosto de 2013

CAPÍTULO 24: LA TRISTE HIGIENE DEL QUE CAMINA EN EL BARRO






Manos sucias, uñas mugrientas, caries y otros problemas dentales como refleja muy bien la foto de Tiago, microbios, bacterias, barro y enfermedades suman una cadena de catastróficas desdichas que tienen como primeras víctimas a los niños. Es cierto que parecen inmunes, su sistema inmunológico por haberse criado en un entorno así desde pequeños, parece no doblegarse ante nada. Pero cuando caen enfermos, caen de verdad. Por eso ay que concienciarles de que mantener un entorno limpio y un aseo personal no solamente puede ayudarles a cuidar su salud, sino que implica tener una buena presencia esencial para cualquier trabajo. Todas estas implicaciones pasan completamente desapercibidas para estos chicos, que ven muchos de ellos en sus casas que la basura no solamente es cotidiana, sino una forma de vida (recicladores). Como decía hoy una  de las profes: “Podemos ser pobres pero no puercos”, parece que cae de cajón, pero si los niños ya de por sí tienen una atracción especial para todo aquello que implique mojarse, ensuciarse, embarrarse o coger cosas del suelo; éstos imaginaros…Del suelo a la mano, de la mano a la boca y así constantemente. Durante la clase de aseo personal la profe les explicaba cómo y por qué han de tomar bien en cuenta estos consejos: secarse los pies, limpiarse pies y manos, secarse, cepillarse las uñas…
Todo maravilloso hasta que les pedimos que nos enseñaran sus uñas (las hermanas les repartieron cepillos para que se las limpiaran hace semanas), pero creo que no están demasiado concienciados porque ¡cada cual peor que el anterior!
Supongo que uno no aprende hasta que le pasa algo…por desgracia por mucho que se les eduque muchos acaban aprendiendo por qué cuidarse en un hospital o cuando caen enfermos. Al fin y al cabo son niños ¿verdad? ¿quién puede tirar la primera piedra si todos hemos saltado sobre un charco? Bueno, al menos algunos tuvimos la suerte de hacerlo por diversión y con botas puestas…
Pd: Una reflexión al caso merecen los padres de estos niños, muchos de ellos desaliñados no inculcan que el aseo personal sea una preferencia y como de lo que se come se cría…La educación de estos chiquillos pasa por educar a sus padres que muchas veces son los primeros en reírse cuando damos estos consejos o en vender los jabones, desodorantes o cepillos que con tanto sacrifico las hermanas de San José de Cluny les regalan ¿materialismo o paternidad? Sería un buen título para una tesis…de verdad que a veces Dios le da pan a quien no tiene dientes…

miércoles, 31 de julio de 2013

CAPÍTULO 23. DE VIAJE A VENECIA, UN POCO DE PADDLE SURF Y UNAS COMPRAS.







¿Queréis experimentar en vuestra piel cómo es llevar una góndola totalmente artesanal por los canales más caudalosos? ¿una lección de paddle surf con tablas vintage de poliespan? ¿y terminar la tarde con un shopping por las calles de Asunción? Por un módico precio de 300 euros por persona cada turista podrá experimentar en sus carnes el riesgo y la aventura con la agencia TIMOSAPATADAS.com
Bien, este podría ser perfectamente el anuncio de cualquier agencia de viajes para realizar turismo en cualquier ciudad del mundo; lo que yo os voy a enseñar a continuación, no lo es. Es la vida real, no es un juego, no es una invención, no es un anuncio de Manos Unidas, esto es lo que vi hoy por la tarde en una intrusión por las zonas más pobres del barrio de Santísima Trinidad de Asunción donde (ya lo expliqué en el capítulo 13) literalmente el agua llega al cuello cuando el río aumenta su caudal en esta época. Si ese capítulo explicaba qué es lo que pasa cuando el río crece, en este capítulo quiero explicaros lo que pasa después: enormes barrizales donde los niños juegan descalzos, agua estancada, dengue en cada esquina donde mires, escombros y vuelta a empezar: La vida después de la crecida del río.

Aún se ven las marcas del agua que llegan a más de medio metro en las paupérrimas viviendas (si es que se pueden llamar así) de maderos y escasos ladrillos. Los más afortunados están sacando con sus manos el lodazal de sus suelos, pero otros siguen viajando en rudimentarias estructuras para poder dormir, comer o cocinar. No es sólo este el drama, si fueran los adultos los que se llevan la peor parte…pero son sus hijos por su gracilidad y porque sus padres trabajan todo el día quienes se ocupan de estas tareas. No levantan un palmo del suelo pero saben como desenfangar sus pies para seguir corriendo, mojados se acercan a las inmensas torres eléctricas para jugar o muchos de ellos viven debajo…

Lily, la trabajadora social que me acompañó en este agradable “paseo” me dijo que las antenas están puestas ahí porque son terrenos fiscales en los que no importa a quienes afecte, no importa si produce o no enfermedades a quienes los rodean, no importa si un rayo les parte la cabeza…ellos no se van a quejar y nadie le va a importar. El desdén y la maldad humana de verdad que no tiene límites, es duro escucharlo, pero más duro debe ser asumirlo y lo peor de todo normalizarlo. No es un comentario aislado, estos pobres desgraciados ribereños son deshechos de al sociedad y del gobierno que sólo interesan cuando hay que votar; un parque infantil rudimentario y un campo de fútbol con una portería sin red ni césped así lo demuestran: “Ha habido elecciones recientemente” te dicen. Supongo que es más fácil contentar a un pueblo con un parque para sus hijos que invertir en una red de alcantarillado o facilitar un lavabo portátil para menos de 10 familias…No puedo evitar el asco y la repugna que me da ver las diferencias que te puedes encontrar paseando por una sola calle, creo que es por eso que aquí todos llevan los cristales tintados…al menos de la ventanilla para adentro, en su pequeño universo, la mierda no les salpica.

Esperamos que su visita a Asunción haya sido agradable, contamos con ustedes en la próxima aventura de TIMOSAPATADAS.com

Pd: perdón por la vulgaridad de ciertas expresiones pero no encuentro palabras que suenen mejor y resuman con tanta contundencia lo que estoy viviendo.

¡Ah, se me olvidaba! ya cerca del comedor, en una de las humildes tiendecitas que las gentes de aqui montan en sus casas para sobrevivir, me han regalado esto: supongo que si ellos no la han perdido, ¿quién soy yo para perderla?