miércoles, 24 de julio de 2013

CAPÍTULO 15: PARAGUAY Y EL CONFORMISMO , EL LEMA DEL “DEJARSE LLEVAR…”





Por la tarde hemos salido a ver a Marisol, una niña con una grave infección cutánea provocada por el agua infectada que comparte junto con la gripe con el resto de sus hermanos. Como no, su casa es una casa de maderos y cartones que el río ha obligado a construir en un pequeño terreno. En la morada nos encontramos a un grupo de niños jugando a las canicas, las “balitas” como aquí lo llaman (la última moda en juegos no violentos, aunque se juegan dinero en él).  Irma, la madre de la pequeña, dirige una casa con un marido alcohólico que tose sangre por una cirrosis galopante, una hija de 15 años que ya vive con su novio en casa y con el pequeño Leonardo, al que nos cuenta emocionada que casi pierde por dos veces por culpa de la droga y la calle. Es una mujer instruida que completó sus estudios y de muy buena familia, pero que el destino ha llevado a la calle. Mañana la entrevisto por la mañana, es una de las personas más interesantes con las que me he encontrado hasta ahora. 
Con una apariencia totalmente engañadiza, casi piojosa, desaliñada y gordita nos explica las diferencias sociales y los derechos por los que lucha dentro de la comunidad en la que vive. Le viene de familia, pues su padre al que siguió hasta Paraguay desde Argentina, era conocido por ayudar a sus semejantes. Es una mujer emprendedora en un lugar extraño, quiere hacer una casa de materiales reciclados y tratados para mejorar las condiciones de vida de los chabolos donde se ubican cuando crece el río, ha luchado por tener un huerto comunal sin éxito y defiende la educación de los niños para evitar que vivan de mayores como lo hacen de niños: sin esperanzas, sin sueños, sin formación y en la calle. “El problema de Paraguay es que no nos unimos como pueblo, no luchamos por nuestros derechos, somos conformistas”.
 No ha sido la única que hoy por la tarde me ha confesado esa gran verdad. Hemos visitado más casas y en todas se percibe. Al llegar a la casa de las hermanas de San José de Cluny, el padre Óscar (paraguayo de nacimiento) me confiesa con impotencia que Paraguay es un pueblo indígena “al que siempre se le ha dado todo, un pueblo descendiente de indígenas de caza y recolectores que siempre lo han tenido todo”; que no saben luchar por mejorar y que son el pueblo del dejarse llevar…¿Para qué mejorar si ya tenemos algo? 
Conformistas y por lo tanto de sueños vacíos que muchas veces esperan que la ayuda toque a sus puertas sin pelearla. Torna los ojos al hablar y  parece que le duele decirlo, lógico, a mi me dolería de mi tierra, pero dicen que el primer paso para superar algo es reconocerlo...Nunca he visto a un cura maldecir hasta hoy, la franqueza le brota sin poder contenerla y la indignación comienza a hablar en su nombre…una gran  entrevista para próximos capítulos, mientras tanto, más historias sin nombre, más caritas que surgen del fango…

No hay comentarios:

Publicar un comentario