Ayer me llamó la atención una imagen que vi a través del objetivo de la cámara, no era una gran foto pero tuve que apretar el botón sin remedio. A las 9 de la mañana el centro de desarrollo integral de San José de Cluny abre sus puertas. Los niños hacen cola y nos suplican a las “profes” que les abramos cuanto antes. Cuando estaba una monitora abriendo la puerta, no pude evitar detenerme en el enorme candado que sujetaba en sus manos. Sentí por algún motivo que no éramos nosotros los que estábamos encerrados, sino que eran ellos los que a través de las rejas de la puerta parecían enjaulados. Me di cuenta entonces de que toda esa ceremonia era una metáfora de lo que para ellos significa venir al comedor. Sus vidas, más allá de estas puertas están condenadas, son presos de su propia existencia y prematuramente asumen una cadena perpetua impuesta por el destino. Es el candado que quitamos a las 9:00 am el que les abre las puertas al mundo.
La percepción desde fuera ¿debería ser al revés no?, quiero decir la calle y la
vida más allá de las paredes de protección del colegio representa para todo
aquel que allá estado en un aula, la libertad; el ser adulto, tener una casa,
un coche viajar, ir al supermercado o dar simplemente un paseo sin que los
profesores te digan cuando y cómo debes hacerlo. Al menos es como nos sentíamos
la mayoría de los niños, deseando salir para parecer mayores, sin obligaciones
ni disciplina, sin estudios ni deberes. Pues aquí los niños, en el comedor, es
donde encuentran esa libertad, porque la calle es para muchos una enorme jaula
llena de peligros y obligaciones que nada tienen que ver con poner la mesa o
estudiar par aun examen. Todo esto te hace pensar si realmente lo que tú
consideras libertad no es libertinaje y que la verdadera libertad es la que
buscan estos niños tras nuestra puerta. Quizás lo que nos hace realmente libres
es la opción de elegir, de formarnos, de saber, de decidir cual queremos que
sea nuestra vida sin que sea el destino el que decida por nosotros. Creo que
ahora cuando golpeen la puerta para entrar no me enfadaré porque puedan
dañarla, sonreiré porque es su forma de decirnos que quieren ser libres.
Gracias otro día más pequeños angelitos por darme una lección tan importante.
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