viernes, 6 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 58: LUCIÉRNAGAS EN LA NOCHE


Miré a la oscuridad del bosque al lado del tajamar, de pronto, vi una pequeña luz que parpadeaba. Parecía un linterna lejana pero con una luz más suave. Me fijé en que a su vez, cerca de ella, otra se encendía y apagaba de la misma manera. Parecían ojos mirando desde la oscuridad que de vez en cuando pestañeaban haciendo juego con las estrellas. Entonces recorrí con la mirada la oscuridad que me rodeaba y descubrí decenas de esas luces intermitentes a mi al rededor: luciérnagas que hacían que el cielo se iluminara a su paso como si fueran estrellas fugaces que podía tocar con los dedos. Bajo la luz de la luna que reflejaba su estela en el tajamar, estábamos pescando la hermana Eulalia y yo. Y allí, acunadas por el mecer de los grillos y los brincos de los peces en el agua, veíamos como la noche se apoderaba de San Isidro.
El cielo estaba tan despejado que el polvo de estrellas creaba un camino en el cielo y parecía que la estrella polar era un faro en plena noche. Muchos de los pájaros cantaban sin compás alguno: unos hacían el ruido propio de un carpintero, otros parecían más un chillido de un niño y juraría que algunos estaban charlando.
Me sentí como en una nube de felicidad rodeada de una calma muy viva mientras los niños cenaban. 
Pensé entonces en todos los países en los que he estado, las ciudades que he visitado y en como el barullo de la vida, a veces, no nos deja mirara al cielo. Recordé Italia y su Toscana que habla mientras tu permaneces en silencio escuchándola; en las playas de California, en las que los delfines acompañan a los surfistas en las primeras olas de la mañana; pensé también en Asturias y la melancolía de sus bosques; y como no, en mi dulce y añorada Galicia dónde el mar parece iluminar las noches más oscuras reflejando la luz de la luna y las estrellas mientras el olor a salitre y la brisa del mar son tan sonoros que no permiten más voces que la suya propia.
Tras la cena, algunas niñas y yo, paseamos para no sentirnos tan pesadas mientras hablamos de la vida, los amores, las amigas y el futuro. Esta noche a venido a pasear una pequeña y enamoradiza muchacha: casi no levanta un palmo del suelo pero ya tiene el corazón roto y cosido de nuevo. Dice que le gusta un niño que se llama José, pero que él primero le dijo que le gustaba ella, después una amiga suya y ahora vuelve a gustarle ella (me reía porque aunque parezca mentira, los amores de la infancia no son tan diferentes que los de la edad adulta). De vez en cuando, cuando paseábamos, bostezaba mientras se frotaba los ojos por el cansancio, y es que hoy, han jugado muchísimo.
Como en la película Air Bud (esa del niño y el perro que juega a baloncesto), la cancha de básquet de las chicas estaba hecha un completo desastre: espinas, ramas, hojas y pioja en la madera de los aros. Me dijeron que no jugaba ahí porque estaba todo abandonado. "¿Si no la usáis desde Semana Santa, cómo pretendéis que esté?" respondí. Y así fue como empezamos a jugar de nuevo al baloncesto en San Isidro. Primero calentamiento, tiros a canasta, pases y algunas normas básicas, pero lo fundamental es enseñarles lo siguiente: SOIS UN EQUIPO. 
Es normal encontrar amiguismos en un entorno tan cerrado como éste, también se suele dar la circunstancia de que las niñas no saben compartir o tienen un celo excesivo por las cosas que son de todos y por eso es tan importante que aprendan el valor y la necesidad de trabajar en equipo porque hoy lo hacen en la cancha, pero mañana lo harán en sus vidas fuera de aquí. 
A veces Marlis (una de las mayores que me ayuda) y yo nos desgañitamos diciéndoles que pasen la pelota, que la boten y que jueguen todas y no sólo algunas (las clásicas chuponas que hay en todas partes), pero merece la pena porque , cuando ya casi nos damos por vencidas esperando que el caos las gobiernes, una de ellas se para , bota la pelota, se la pasa a la más pequeña y ésta mete canasta. Es entonces cuando te das cuenta de que el esfuerzo merece la pena, porque algo aunque sea un mínima parte de lo que les intentas enseñar a lo largo del día, lo han aprendido.
Os pongo un ejemplo: Patrona es una niña de tez oscura y mirada salvaje, tiene el pelo rojizo y una expresión muy dura en la cara. Las hermanas me contaron que la sacaron prácticamente del monte y que aunque tiene 13 años, su edad psicológica no pasa de los siete: es caprichosa, rebelde, espera que otros recojan sus cosas y apenas sabe deletrear. Pues esa misma chica se paró, agarró la pelota después de botarla y se la pasó a una de las más pequeñas, Milagros, para que intentara lanzarla al aro. Patrona estaba en perfecta posición para tirar y la diferencia con el otro equipo aunque era de 4 puntos, no era seguro que ganaran el partido. Aún así, vio a la pequeña y  no dudó en darle el balón. Esa misma chica, cuando vio que otra de sus compañeras de equipo se abalanzaba sobre otra del equipo contrario para empujarle y quitarle la pelota dijo: "¡Así no!Y como buena capitana le enseñó cómo hacerlo.
Creo que todavía no se ha dado cuenta, pero hoy, no ha sido Patrona, la rebelde sin causa venida del monte; hoy ha sido la mejor jugadora de la cancha.
!Ah¡Por cierto, llevamos dos días jugando y el suelo ya es arena, no hay espinas, arbustos, ni hierba...la arena ha vuelto a adueñarse de la pista. :)

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