martes, 17 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 67: LA ÚLTIMA CENA




Mañana después de comer me voy para no volver, al menos, por un tiempo indefinido. Tal y como me temía, todo esto comenzará a ser un recuerdo en menos de 24 horas pero esta noche es larga y más larga la voy a hacer. Quiero que los niños se vean en pantalla grande como si fueran artistas famosos y con el mismo derecho o más de serlo que muchos que ya se llenan los bolsillos sin merecerlo tanto, así que he preparado una presentación con muchas de las fotos que les he sacado durante estas semanas. Estoy nerviosa, porque la falta de tiempo me ha impedido preparar todo mejor y no sé cómo saldrá. Me dirijo hacia el patio cubierto que sirve de improvisado escenario y cine gigante. Ahora mismo está medio vacío pero ya oigo la marabunta acercarse corriendo tras de mi. En menos de un minuto los bancos de madera están a rebosar, niños por todas partes: en el suelo, en los muros, de pie...también profesores y otros integrantes de la escuela se suman a la fiesta: este regalo es para todos. He elegido canciones que no son tristes sino más bien de esperanza y alegría para que esto no se convierta en una amarga despedida sino que sean media horas de risas y anécdotas compartidas. En mi mano una bolsa de Sugus para darle a los niños al terminar, odio regalarles caramelos que contribuyan a su mala salud dental, pero ¿qué se le puede comprar a 300 niños con mi presupuesto?.
Me giro después de enchufar el pen drive en el ordenador y descubro los bancos llenos y todo el patio hasta los topes. Las niñas y los niños no dejan de llamarme de un lado para otro para preguntarme a qué hora me voy mañana, si les voy a regalar algo o si me quiero sentar a su lado.
Mi lucha desde que llegué, ha sido mentalizarlos de que no pueden decir: "Yo quiero..." para conseguir algo, que deben aprender a solucionar sus problemas y a conseguir las cosas por sí mismos sin esperar regalos de nadie. Acabo de escuchar: "¡Yo no quiero!" , me giré para ver si es que se había equivocado, pero la niña que lo dijo me miró y me dijo : "¡Yo no quiero....yo no quiero que te vayas!" .Me eché una carcajada legendaria oyendo cómo había cambiado la cosa....algo al menos me ha dado tiempo a enseñarles.
Metida en la vorágine de sus llamados y sus abrazos, giré la cabeza hacia el muro y descubrí al hermano Fernando mirándome sonriente. Siempre he querido encontrarme con esa escena, alguien que mire como en una película una imagen tierna que esté viviendo otro e inesperadamente se encuentre sonriendo. Pero más aún me gustó descubrir que la protagonista de esa imagen era yo rodeada de mis pequeños tirando de mi de un lado para otro para darme su cariño. Verlo desde lejos debió ser casi tan bonito como vivirlo.
Apagamos las luces y tras unos segundos batallando con la informática, comenzó la presentación. 233 fotografías que iba pasando con cada golpe de música e iban emocionando y sorprendiendo a grandes y pequeños. Es increíble lo que una simple fotografía puede causar: 300 niños desde los 6 hasta los 16 años riéndose al unísono e invadiendo la sala de oooooohhhhhh! ueeeeeee! jajajjajjaajajjaa...
Se mearon de la risa a ver a una de las niñas más pequeñas con mis gafas de sol gigantes, a otros bailando sevillanas, a otros haciendo teatro, pero sobretodo...al ver las fotos que sacamos con los efectos del Iphoto de mi Mac Book con los caretos retorcidos, estirados, gordos o alargados...es que se meaban!!!
Al terminar las fotos, bajé la música y les puse un vídeo muy cortito que grabé a escondidas en una clase para despedirme de ellos. Miraban a la pantalla, me miraban a mí, volvían a mirar al proyector...¡NO ENTENDÍAN COMO PODÍA ESTAR EN DOS SITIOS A LA VEZ! jajajaj. Me recordó a las clases de cine y fotografía cuando nos contaban los profesores el impacto que causaban las películas en las primeras salas de cine cuando la gente se sorprendía pensando que esas figuras se saldrían de la pantalla. Supongo que pare entender la evolución de cualquier arte, hay que preguntarse cómo surgió, y ésta, mis queridos lectores, fue la clase práctica más realista de mi vida.
Tras la presentación se escuchó un ¡Nooooo! gigante y los niños querían verla de nuevo. Es la mejor señal de que les ha encantado, ahora a aprovechar la última noche, cada segundo de ella será irrepetible, hoy más que nunca, cuidaré de sus sueños como un guardián de su castillo.

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